Eduardo Nateras

El regreso de Trump

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Las democracias mejor consolidadas cuentan con procesos institucionales más definidos que, al llegar los procesos electorales, en conjunto dotan de mayor certeza los resultados y la transición entre administraciones —sin que deje de estar presente un factor de incertidumbre—.

Estados Unidos tiene uno de los sistemas electorales más consolidados alrededor del mundo, donde buena parte de su correcto funcionamiento recae en la confianza con la que los actores políticos invisten a los procesos y fallos de sus instituciones. Pero cuando el entonces presidente Donald Trump se rehusó a reconocer los resultados electorales, fue necesario recorrer todo el entramado institucional para justificarlos, lo cual puso de manifiesto lo abigarrado y complejo del sistema, a la vez que puso en entredicho su solidez, fiabilidad y vigencia.

Expresiones de descalificación ante la inconformidad con el desenlace electoral —impensables en Estados Unidos— se hicieron presentes: denuncia de fraude electoral, no reconocimiento de los resultados y llamado al recuento total de votos, por citar algunas. Por otro lado, el proceso formal de validación de votos electorales —una instancia que solía ser de mero trámite— adquirió una relevancia mayúscula, derivado de la nula institucionalidad de Donald Trump y su negativa para reconocer la derrota.

Un mes después de las elecciones, tras la confirmación del triunfo de Joe Biden por parte del Colegio Electoral norteamericano, sólo quedaba pendiente la certificación por parte del Congreso de los resultados del Colegio Electoral. Sin embargo, nadie habría podido anticipar los hechos que se desatarían en el Capitolio en el intento por cumplir con esta formalidad. Las inéditas imágenes que inundaron medios de comunicación del mundo entero, dieron cuenta del extremo al que pudo llegar el populista presidente norteamericano, por ceñirse a la presidencia sin un solo argumento válido a su favor.

Donald Trump incitó a sus huestes a la violencia, lo que, a la postre, ocasionaría la muerte de cinco personas y dejarían cuantiosos daños materiales. Sin haber logrado su cometido, días después, Trump dejó la Casa Blanca por la puerta de atrás, en medio de un desastre institucional y con la poco célebre marca de haber tenido que enfrentar dos procesos de impeachment durante su gestión.

A mediados de semana, este mismo Donald Trump regresó a Washington, por vez primera desde que dejó la presidencia en enero del año pasado, para encabezar el aparente lanzamiento de su campaña presidencial, de cara a los comicios de 2024. Sin haber superado los hechos, mantuvo el discurso del fraude electoral, a lo que ahora suma una descalificación a la investigación —aún en proceso— del Congreso en su contra, respecto a lo que califican como un intento de golpe de Estado.

Si bien aún no hay un proceso penal en su contra, ¿qué tan mal puede encontrarse la actual política norteamericana, para que este personaje se considere con posibilidades de competir nuevamente? Al tiempo.