Fernando Estrada

El verdadero cambio en Guerrero

COLUMNA INVITADA

Fernando Estrada
Fernando Estrada
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En el clásico El arte de la guerra, Sun Tzu sugiere que los guerreros victoriosos ganan antes de ir a la guerra, mientras que los derrotados van a la guerra y tratan de ganar. No podría haber una forma más atinada de describir lo que hoy ocurre en el estado de Guerrero, donde un joven político —con tablas probadas tanto en el partido, como en la administración pública—, ha puesto a temblar a la clase política de siempre.

En las últimas semanas, Pablo Amílcar Sandoval, o PAS, como lo llaman sus cercanos, se convirtió en el primer delegado federal en renunciar al cargo, el más aventajado rumbo a la gubernatura y en el único símbolo de unidad para los militantes de Morena en la entidad. Su fuerza es visible y ha desatado una andanada de ataques para detener su crecimiento.

Su salida de la delegación cumplió con las instrucciones del Presidente al adelantarse a separar la política y el Gobierno. Fue apenas el cierre adecuado a una gestión en la que el delegado mantuvo un bajo perfil mediático, pero aseguró resultados para los guerrerenses. En menos de dos años, Guerrero recibió una derrama de casi 26 mil millones de pesos a través de los programas sociales que administraba.

Para el jurásico Félix Salgado, el mesozóico Manuel Añorve y el chapulín Luis Walton, PAS es un político peligroso. No sólo por su cercanía al Presidente y al gabinete, sino por su historial de honestidad y lucha, así como su herencia familiar intachable. El joven llega sin ataduras, sin deber favores y sin cola que le pisen, en un estado donde la corrupción ha sometido a todos sus competidores.

Por eso, se le ve como amenaza. La clase política tradicional se ha lanzado con dientes y cuchillos contra el joven aspirante que, sin engancharse, sigue llamando a elevar el debate y discutir los problemas de los guerrerenses: combatir la pobreza, reactivar la economía y construir un camino hacia la paz en el estado. Pero las calumnias, al contrario de hacerle daño, han elevado sus niveles de conocimiento en forma vertiginosa.

Primero, le inventaron una finca que no es más que una casa que heredó de su padre, en una colonia popular. Lo acusaron de ocultarla cuando era evidente que la propiedad siempre estuvo en sus declaraciones. Y ahora, se le acusa de campaña anticipada cuando cualquier abogado sabe que él no es sujeto obligado de la legislación electoral hasta que se registre como precandidato, así como tampoco se le puede responsabilizar por las acciones de terceros.

PAS va un paso adelante de sus adversarios. Desde su renuncia ha seguido el camino que anduvo años atrás con López Obrador, recorriendo el estado para entrevistarse con vecinos, dirigentes sociales y líderes que van corriendo la voz de una nueva forma de hacer política, sin estridencias ni ocurrencias, sin dádivas ni aspavientos, sino con un mensaje simple y que a los guerrerenses les resuena: llevar la Cuarta Transformación a Guerrero.