Gabriel Morales Sod

En guerra: viaje por la frontera norte de Israel

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El lunes de esta semana viajé casi tres horas desde el centro de Israel hacia Metula, el punto más al norte del país; un poblado judío que se formó en 1896 y que ha sido parte de Israel desde su incepción en 1948.

Toda el área a cinco kilómetros de la frontera con Líbano se convirtió en zona militar restringida desde el 8 de octubre, un día después de los ataques de Hamas en el sur del país, cuando Hezbolá comenzó a disparar decenas de cohetes y misiles antitanque hacia Israel.

En más de cuarenta minutos de camino desde el inicio del área restringida no vimos un solo coche, y la recomendación fue no parar y asegurarse de manejar a más de sesenta kilómetros por hora para evitar el fuego desde Líbano. El camino hacia Metula es uno de los paisajes más espectaculares del país, las montañas verdes de la frontera llevan por un camino suntuoso hacia este pintoresco poblado, lleno de pequeños hoteles, galerías e historia. El poblado está destruido. De alrededor de 400 casas, más de cien han sufrido daños y decenas yacen destruidas. En Metula quedan sólo soldados, un grupo de voluntarios y el alcalde. Hay ciertas calles en las que no se puede caminar, pues están en la mira de Hezbolá.

Más al sur de Metula visitamos la ciudad fantasma de Kiryat Shemona. De sus 22 mil habitantes quedan sólo 3 mil. Ancianos y personas con discapacidad que no han podido ser evacuados y otros que se niegan a dejar la ciudad a pesar de que el Gobierno dio una orden de evacuación general. Unos cuantos grupos de voluntarios alimentan y proveen medicinas a los que quedan, pues los supermercados a las afueras de la ciudad abren solamente un par de horas.

Los habitantes de Metula, Kiryat Shemona y decenas de miles más viven ahora en residencias temporales y hoteles en todo el país. Más de 15 mil están ahora en la ciudad de Tiberíades, que se encuentra a las orillas del lago Kinneret —en donde famosamente se cuenta que Cristo caminó sobre el agua—. Sin embargo, a pesar de la belleza del área, Tiberíades es una ciudad en crisis. Azotada por la corrupción y escándalos políticos, Tiberíades era antes de la guerra una de las ciudades más pobres de Israel. En sus hoteles viven ahora miles de evacuados. El sistema escolar en la ciudad colapsó y los niños refugiados en la ciudad van solamente cuatro horas al día a la escuela, después de que los locales salen.

Familias enteras llevan ya cuatro meses hacinados en cuartos de hotel. Los adolescentes que no tienen nada que hacer rondan por las calles, muchos de ellos entraron en círculos de violencia y abuso de sustancias. Se habla de divorcios, peleas entre las comunidades. Muchos han perdido sus trabajos. Entre todos reina la incertidumbre. Después de lo que hizo Hamas en el sur pocos quieren regresar al norte con sus familias si Hezbolá sigue en la frontera. Muchos, como los residentes de Metula, no tienen a donde regresar incluso si la paz se firmara mañana.