Gabriel Morales Sod

¿Un nuevo Medio Oriente?

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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No hay mejor ejemplo para hablar sobre realpolitik que el Medio Oriente del 2022. Hace menos de una década, la Primavera Árabe llevó a muchos a pensar que la región entraría en una ola democratizadora que conllevaría a la caída de dictadores, regímenes militares e incluso reinos hereditarios. Sin embargo, con la excepción de Túnez, que ha conseguido con enormes esfuerzos sostener el proceso democratizador que inició con las revueltas populares, los líderes autoritarios en la región lograron con éxito, y enorme violencia en algunos casos, reprimir a la población civil y mantenerse en el poder. Paradójicamente, el cambio en la región llegó desde arriba y no desde abajo.

Por más de dos décadas, y con especial fuerza después de la invasión estadounidense en Irak, el cisma entre musulmanes chiitas y sunitas ha dominado el pulso de la región. La rivalidad entre Irán y las potencias sunitas, y entre estas dos ramas del islam, se extendió por la región, y en tan sólo unos años vimos explotar conflictos etno-religiosos y guerras civiles en Siria, Yemen e Irak y una competencia por el poder y la supremacía militar entre Irán y sus aliados chiitas (entre ellos Qatar, grupos Houthis en Yemen, Assad en Siria y Hezbolá en Líbano), y sus rivales sunitas (Arabia Saudita, los Emiratos, Bahréin y Egipto) y, por supuesto, Israel.

Es justamente esta rivalidad la que llevó a un nuevo arreglo en la región. A pesar de que hace varios años Israel comenzó a establecer relaciones secretas con el mundo sunita, el éxito de los Acuerdos de Abraham fue sorpresivo. En tan sólo un par de años, Israel estableció relaciones diplomáticas con los Emiratos, Bahréin, Sudán y Marruecos, y se acercó a Arabia Saudita, creando así un bloque de oposición a Irán que incluye además a Jordania y Egipto. Incluso Erdogan, el primer ministro turco, dio un giro de 180 grados, decidiendo mejorar sus relaciones con los Emiratos e Israel —el 9 de marzo el presidente israelí visitará Ankara por primera vez en 15 años—.

En el marco de este nuevo arreglo, Irán se ha quedado aislado. Sin embargo, China y Rusia han tratado de llenar el vacío de poder en la región, particularmente después de la salida de Estados Unidos de Afganistán y, aunque ninguno de ellos ve con buenos ojos el programa nuclear iraní, su apoyo ha mantenido a Irán a flote. Al parecer, en los próximos días Irán y las potencias occidentales llegarán a un nuevo acuerdo que pare, por lo menos de manera temporal, el avance nuclear de ese país. Este acuerdo podría traer un poco de tranquilidad a la región. No obstante, la rivalidad entre Irán y sus aliados y el mundo sunita e Israel seguirá definiendo al Medio Oriente. La guerra civil en Yemen es sólo una muestra de lo que podría desencadenarse por esa rivalidad en otros países.