Gabriel Morales Sod

El regreso de Netanyahu

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Aún no sabemos con exactitud los números finales, pero todo parece indicar que Benjamin Netanyahu regresará al poder en Israel. Mucho se hablará en los siguientes días sobre los errores tácticos de los partidos árabes y de la izquierda, de los cuales por lo menos uno no conseguirá el registro, dándole así la victoria a Netanyahu.

Pero más allá de líderes y errores de estrategia, la victoria de Netanyahu, a pesar del mediocre desempeño de la economía israelí en la última década, y a pesar de que él se encuentra en juicio por serios cargos de corrupción, es el resultado de la transformación de la sociedad israelí de una secular (en su mayoría) a una profundamente nacionalista y religiosa.

Hace tan sólo veinte años los judíos ultraortodoxos no eran particularmente nacionalistas, ni de derecha y muchas veces preferían alejarse del juego político. El ejemplo más famoso fue el apoyo del partido etnoreligioso Shas a los Acuerdos de Oslo con los palestinos. Sin embargo, después de su regreso en 2009, después de nueve años en la oposición, Netanyahu identificó a una sociedad que cada día se tornaba más nacionalista y más religiosa; un proceso que Bibi supo aprovechar para formar una nueva coalición de derecha religiosa que esta semana lo regresó al poder.

De la mano de Netanyahu, la población ortodoxa se fue convirtiendo en nacionalista. Netanyahu, quien siempre prefirió formar coaliciones con partidos de centroizquierda para poder culparlos cuando no podría avanzar alguna política de derecha en contra de la voluntad de Estados Unidos, fue poco a poco perdiendo al electorado secular. Poco a poco, la derecha liberal que tradicionalmente votaba por el Likud, su partido, lo fue abandonando, y en las últimas cuatro elecciones los inmigrantes rusos, también de derecha pero seculares, lo abandonaron también. Sin embargo, con el paso de los años y el distinto ritmo demográfico de la población religiosa y la secular, Netanyahu fue consiguiendo nuevos públicos y fervientes seguidores. El graduado secular del MIT se convirtió hacia el público en judío practicante.

El pacto entre la derecha nacionalista y los partidos ultraortodoxos y religiosos se convirtió así en un bloque. Mientras del campo de centroizquierda siete partidos participaron en esta elección, muchos de los cuales no estaban dispuestos a sentarse los unos con los otros, Netanyahu fue de la mano de tres partidos, dos ultraortodoxos y una nueva alianza entre nacionalistas religiosos y supremacistas judíos que se ha convertido en la tercera fuerza política del país. En la celebración de este partido, el martes, después de las elecciones, podían escucharse cánticos de “muerte a los terroristas”, un eufemismo para la frase que sus seguidores solían entonar en años anteriores: “Muerte a los árabes”. Parte importante de los votantes de este partido son miles de jóvenes israelíes, muchos de los cuales no tenían derecho de voto en las elecciones de hace tan sólo dos años. En su búsqueda por mantenerse en el poder, Netanyahu ha desatado fuerzas que incluso su partida de la política difícilmente podrá contener.