Gabriel Morales Sod

El sistema detrás de la matanza en Texas

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El asesinato a sangre fría de 19 niños y dos maestros en Uvalde, Texas, es el síntoma de la decadencia de un sistema definido por el contubernio entre intereses económicos y el poder político. Más de 30 por ciento de los estadounidenses posee armas de fuego y para un sector importante de la población la posesión de éstas está directamente vinculada con las nociones de libertad y derechos civiles.

Sin embargo, de acuerdo con el Pew Research Center, casi la totalidad de los estadounidenses, incluidos aquellos que poseen armas y viven en comunidades profundamente conservadoras, apoyan algunas de las reformas que podrían reducir significativamente el número de masacres en ese país. Por ejemplo, 93 por ciento de aquellos que poseen armas, y 95 por ciento del resto de la población, aprueba la verificación de antecedentes de los compradores de armas; 89 por ciento de ambos grupos está de acuerdo con promulgar leyes que prohíban la venta de armas a personas con problemas de salud mental; e incluso el 67 por ciento de la población armada está de acuerdo con prohibir aditamentos para convertir armas semiautomáticas en armas automáticas.

Es decir que, a pesar de lo que se cree, no se trata de una lucha entre demócratas contra republicanos, o de estados rojos contra estados azules, sino del control que el lobby del armamento, una de las industrias más exitosas en Estados Unidos, tiene sobre la totalidad del partido republicano. Aún más irónico resulta que el funcionamiento de este sistema de contubernio lo conocemos todos. El lobby financia las campañas de los republicanos (y algunas demócratas) en todos los niveles de gobierno a cambio de una parálisis absoluta en la regulación de armas de fuego. El lobby del armamento, además, invierte millones de dólares al año para manipular a la población.

Como demuestran los datos que menciono arriba, la gran mayoría de la población estadounidense, cuando expresa su opinión sobre políticas específicas, parece apoyar nuevas restricciones en el tipo de armamento a la venta y, aún con más ímpetu, al tipo de personas que pueden adquirir un arma de fuego. La estrategia del lobby, entonces, es tratar de transformar el debate sobre prohibiciones específicas en uno sobre el derecho, establecido de manera ambigua en la Constitución estadounidense, a comprar armas de fuego.

Con cientos de voceros en el Partido Republicano y en los medios conservadores, masacre tras masacre, el lobby del armamento ha logrado convencer a los portadores de armas, y a un sector significativo de los votantes republicanos, que cualquier reforma al sistema, sin importar cuál sea, es sinónimo de una prohibición general a portar armas. El mensaje resuena con particular fuerza entre una población escéptica y a veces antagónica al papel del Estado en la sociedad, convirtiéndose éste en una discusión sobre libertades individuales y no sobre métodos de sentido común para detener masacres. Hasta el momento, un callejón sin salida.