Guillermo Hurtado

Arte en movimiento: Jesús Rafael Soto

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado
 *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Este año se conmemora el centenario del natalicio de Jesús Rafael Soto, uno de los artistas latinoamericanos más grandes del siglo anterior.

Soto nació en Ciudad Bolívar, Venezuela, pequeña ciudad provincial en las orillas del Orinoco. En 1950 llegó a París y ahí se encontró con la ebullición del arte moderno y, en particular, del arte cinético, del cual él luego sería uno de sus principales exponentes, quizá el más grande. El cinetismo es una corriente que explora las relaciones entre el sujeto y la obra artística a través del movimiento. Un cuadro o una escultura cinética se perciben de manera diferente de acuerdo con el movimiento mismo de la pieza o de la posición y la trayectoria del espectador ante ella. Por ejemplo, las esculturas colgantes de Alexander Calder se mueven con el viento y, de esa manera, cambian de forma. Otros artistas, como Víctor Vasarely jugaron con las ilusiones ópticas para dar una sensación de profundidad o de movimiento en las imágenes que pintaban.  

 Jesús Rafael Soto llevó el cinetismo a sus posibilidades más insospechadas. En varias de sus obras las rayas que pinta o que arma con cables parecen moverse sobre fondos planos de colores según nos acercamos o nos alejamos de ellas. Esta vibración o palpitación de sus creaciones nos hacen imaginar que percibimos un fenómeno secreto de la realidad. Como si estuviéramos ante un acto de magia, Soto hace hablar a las formas y a los colores, en un lenguaje cifrado que nos deslumbra.  

Jesús Rafael Soto llevó el cinetismo a sus posibilidades más insospechadas. En varias de sus obras las rayas que pinta o que arma con cables parecen moverse sobre fondos planos de colores según nos acercamos o nos alejamos de ellas. Esta vibración o palpitación de sus creaciones nos hacen imaginar que percibimos un fenómeno secreto de la realidad

 En sus famosas piezas penetrables, Soto rompió el muro invisible entre el espectador y la obra, permitiendo que el espectador entre físicamente en la obra y que, por lo mismo, la obra reciba al espectador en su seno. Para lograr la proeza anterior, Soto dio una serie de pasos conceptuales que hay que seguir de cerca. El primero fue transitar del arte bidimensional al tridimensional de una manera distinta al de la tradición artística. A diferencia del paso convencional de la imagen pictórica al volumen escultórico, Soto dio un brinco de la imagen pictórica a una suerte de volumen etéreo. Soto colgó de un techo una gran cantidad de varillas de aluminio. Entonces, pintó algunas de esas varillas de tal manera que uno pudiera percibir desde cualquier posición una esfera de color que diera la impresión de estar flotando. La esfera que vemos no un cuerpo denso, sino una figura creada por nuestra percepción y que, sin embargo, está ahí porque ocupa un lugar en el espacio, aunque no llene ese espacio como un objeto sólido. El siguiente paso del proceso creativo de Soto fue el de que esos volúmenes de color pudiesen ser penetrados por el espectador. En vez de varillas de aluminio, Soto colgó una gran cantidad de hilos de plástico pintados para percibir formas o generar experiencias cromáticas. El giro que dio Soto es que uno puede entrar en la cascada de ellos para tener una experiencia lúdica de la obra desde sus entrañas. La sensación de estar dentro de uno de sus penetrables, de cruzarlo de extremo a extremo, de pasearse dentro de él, es maravillosa, como si uno brincara al otro lado del espejo, como la Alicia de Lewis Carroll, o se adentrara en el cuadro de Velázquez Las meninas, que parece la puerta a otra dimensión de la realidad.  

La obra Pénétrable BBL Bleu (1999), de Jesús Rafael Soto.
La obra Pénétrable BBL Bleu (1999), de Jesús Rafael Soto.Foto: Archives Soto

 Acabo con una observación sociológica. Me llama la atención que, además de Soto, haya habido otros artistas venezolanos que destacaron en el arte cinético, como Carlos Cruz Diez y Alejandro Otero. Muchas veces me he hecho la pregunta de qué relación puede haber entre Venezuela, entre su cultura, su historia, su geografía y el cinetismo. ¿Fue una casualidad que esos artistas venezolanos eligieran el cinetismo y destacaran tanto en esa corriente? Esta interrogante se vuelve más aguda cuando descubrimos que en Venezuela, en particular, en Caracas, el cinetismo se adoptó con facilidad como arte público. Desde que uno llega al aeropuerto es recibido por un gigantesco mosaico de Cruz Diez y cuando circula por una de sus avenidas se encuentra con una enorme esfera de Soto. Entre las muchas razones que tenemos para amar a Venezuela, una de ellas es su arte cinético urbano.  

El siguiente paso del proceso creativo de Soto fue el de que esos volúmenes de color pudiesen ser penetrados por el espectador. En vez de varillas de aluminio, colgó una gran cantidad de hilos de plástico pintados para percibir formas o generar experiencias cromáticas. El giro que dio es que uno puede entrar en la cascada de ellos para tener una experiencia lúdica de la obra