Guillermo Hurtado

La boda de Luis Echeverría

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Las memorias de José López Portillo son un documento que no carece de valor para el estudio de la historia de México del siglo XX. El libro, intitulado Mis tiempos, apareció en dos gruesos volúmenes en 1988. La obra nos revela la intimidad de su autor y, además, describe varios momentos importantes de la vida nacional de aquellos años.  

No es una exageración afirmar que la amistad de José López Portillo con Luis Echeverría Álvarez tuvo un efecto importantísimo en la historia de México. Fue una amistad que se forjó en la primera juventud y que, por lo mismo, fue determinante para la formación de ambos personajes. A los dos los unían muchas cosas, pero, sobre todo, su pasión por México, una pasión arrebatada, casi mística. Los amigos se complementaban: Luis era serio, aplicado, disciplinado, José, en cambio, era apasionado, aventurero, carismático. Todo indica que el afecto que los unía estaba fortalecido por una mutua y sincera admiración. Viajaron juntos por todo México y por América del Sur. En esas larguísimas caminatas y en esos extensos recorridos, seguramente imaginaron un porvenir repleto de éxitos que, de manera asombrosa, se cumplió como si se tratara de la promesa de una divinidad benefactora: los dos chamacos soñadores llegaron a la presidencia del país.  

Resulta que María Esther vivía en las Lomas y tenía una palomilla de amigos con la que José y Luis entraron en contacto. Luis quedó prendado de María Esther, pero ella no le hizo caso. Es más, se burlaba de él, se lo “vacilaba”, para usar la misma palabra que usa López Portillo

 Una anécdota muy simpática que cuenta López Portillo es la de cómo se casó Echeverría con María Esther Zuno. Resulta que María Esther vivía en las Lomas y tenía una palomilla de amigos con la que José y Luis entraron en contacto. Luis quedó prendado de María Esther, pero ella no le hizo caso. Es más, se burlaba de él, se lo “vacilaba”, para usar la misma palabra que usa López Portillo. El primero de enero de 1944, Luis llegó a casa de José y le dijo: “Mi hermano, creo que mañana me voy a casar con María Esther Zuno, salvo que me estén tomando el pelo, aunque no lo creo porque ya hablé con su mamá y su papá”. José quedó sorprendido: ¡Luis y María Esther ni siquiera eran novios! ¿Cómo se había acordado la boda? Resulta que ese mismo día por la mañana, Luis había ido a visitar a María Esther para desearle feliz año y al despedirse le dijo: “Oye, María Esther, por qué este año no eres buena conmigo y nos casamos”. Según cuenta López Portillo ella le contestó: “Bueno, pero si te quieres casar conmigo, te casas mañana”. “Está bien”, repuso Luis. “Entonces pídeme a mis padres.” Sigue contando López Portillo que Echeverría fue en ese momento con los padres de María Esther y que ellos, como si nada, le dijeron que estaban de acuerdo.  

Luis Echeverría y su esposa, María Esther Zuno, en una foto de archivo.
Luis Echeverría y su esposa, María Esther Zuno, en una foto de archivo.Foto: luisecheverria.com

López Portillo le prestó a Echeverría cuarenta pesos para cubrir los costos, pero entonces surgió un problema muy grande: Echeverría no se atrevía a decirle a su familia que se casaba al día siguiente. Temía que su madre se opusiera: Luis tenía apenas veintiún años y carecía de los recursos para mantener a una familia.  

Al novio lo acompañaron López Portillo y otro amigo de ambos. Después de la boda, Echeverría habló por teléfono a su casa para informar a su familia de su boda. Su madre se puso furiosa: le dijo que no se atreviera a llevar a María Esther a la casa, que no los dejaría entrar. Los novios y sus amigos siguieron celebrando en el restaurante Kikos, pero Luis estaba muy preocupado, quería que su madre aprobara el matrimonio

 Al día siguiente se celebró la boda en una oficina del Registro Civil. Al novio lo acompañaron José López Portillo y otro amigo de ambos, Ricardo Martínez de Hoyos. Después de la boda, Echeverría habló por teléfono a su casa para informar a su familia de su boda. Su madre se puso furiosa: le dijo que no se atreviera a llevar a María Esther a la casa, que no los dejaría entrar. Los novios y sus amigos siguieron celebrando en el restaurante Kikos, pero Luis estaba muy preocupado, quería que su madre aprobara el matrimonio. Deciden, entonces, irse a la casa de la familia Echeverría. Luis no pudo entrar porque su madre había puesto el cerrojo. Entonces José le dijo a Luis que él arreglaría el asunto. Lo cito: “Y me subí por la fachada hasta la azotea del segundo piso y desde allí sorprendí a Doña Catalina que estaba furiosa. Y le hablé y hablé, con tanta elocuencia y convencimiento que pronto los dos estábamos llorando y ella, conmovida, le abrió la puerta a la nueva pareja y convocó a toda la familia para que conocieran a María Esther”.  

 En aquella ocasión, José le resolvió el problema a Luis. ¿Creyó el presidente Echeverría que el candidato López Portillo lograría la misma proeza?