Caminar en círculos

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Cuando alguien se pierde en la jungla o en el desierto, lo más probable es que termine caminando en círculos. Algo semejante sucede en la vida ordinaria, a veces sentimos que por más que nos esforzamos por alcanzar alguna meta, volvemos a caer en lo mismo.

La frase “caminar en círculos” remite a la idea de hacer lo mismo y repetir los mismos errores.
La frase “caminar en círculos” remite a la idea de hacer lo mismo y repetir los mismos errores.Foto: Imagen de rawpixel.com en Freepik

Se han dado varias explicaciones de por qué tendemos a caminar en círculos. Una de ellas es que como tenemos una pierna más corta que la otra, cojeamos imperceptiblemente hacia un lado y, por eso, acabamos por trazar un círculo. Esta explicación ha sido descartada por la ciencia. Lo que se sostiene es que, sin un punto de referencia que nos oriente, no hay manera de avanzar en línea recta. Esta respuesta me parece insuficiente. No nos aclara por qué damos una vuelta entera en vez de desviarnos algunos grados hacia cualquier lado. Parecería que hay una especie de fuerza misteriosa —una especie de gravedad— que nos jala hasta completar los 360 grados del círculo.  

Caminar en círculos cuando se está perdido es una metáfora de la tendencia humana a volver a cometer los mismos errores, a caer en las mismas trampas, a reincidir en los mismos vicios. Pero también —y esto es lo más terrible— es una metáfora de cómo nuestras acciones razonables, correctas, bien ejecutadas no son suficientes para salir de la reducida esfera en la que nos movemos, condenándonos a la impotencia, la mediocridad, al tedio. Lo que aprendemos con esta metáfora es que, sin un punto fijo en la vida, tendemos a movernos en círculos, es decir, a no llegar a ninguna parte. Le pasa igual al que se levanta temprano que al que se levanta tarde, al que camina rápido que al que camina despacio, al que prepara su tarea que al que la improvisa, el resultado es el mismo: volver al sitio de donde se partió. ¿Para que esforzarse, para qué ingeniarse si, a fin de cuentas, se volverá a lo mismo?  

 La línea recta se convierte, de esta manera, en una utopía, en un sueño, en un ideal regulativo que resulta inalcanzable.  

 No confundamos la condena de caminar en círculos con la antigua doctrina del eterno retorno. Quien camina en círculos no vuelve a comenzar su vida desde cero, sino que regresa al sitio del que partió con la angustia de no haber avanzado nada. Más que al eterno retorno, que dispone todo como desde un principio, caminar en círculos se parece a la situación descrita en la célebre película El día de la marmota. El personaje principal no puede salir del mismo día, está atrapado en el tiempo, de la misma manera en la que, quien camina en círculos está atrapado en una región del espacio. 

¿Qué podemos hacer frente a la aparente condena de caminar en círculos? Menciono cuatro respuestas ofrecidas a lo largo de la historia. La primera, la más cruda, es que tarde o temprano la muerte nos salvará de seguir dando vueltas. Esta salida, por cierto, le estaba vedada al protagonista de El día de la marmota, dado que no podía suicidarse. La segunda es recordar que, como decía Heráclito, el sitio al que volvemos nunca es el mismo, es diferente o, por lo menos, lo vemos diferente. Además, nosotros ya no somos los mismos. Sin embargo, lo que podría replicarse es ya no somos los mismos porque cada vez estamos peor. Cada vez estamos más viejos y más cansados y más desencantados. Con el paso de los años, los círculos se van haciendo más pequeños y llega el momento en que no nos queda más que caminar en círculos dentro de nuestra habitación, esperando a que llegue el momento en que caigamos muertos. La tercera respuesta es que el punto de referencia que nos permite avanzar en línea recta no está en este mundo, sino fuera de él. Según Platón la idea trascendente del Bien es ese punto fijo. Para algunas religiones es Dios. La única estrella en el firmamento de la existencia es la divinidad que nos orienta en el camino de la vida. La cuarta respuesta es semejante a la anterior, pero con una diferencia importante.  El cristianismo sostiene que la línea recta sí se puede encontrar en este mundo y esa es la ruta que nos trazó Jesucristo.