Guillermo Hurtado

La grieta mexicana

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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En Argentina se conoce como “la grieta” a la división de la sociedad entre los peronistas y los anti-peronistas. Una grieta es más que una rajadura, más que un resquebrajamiento, es un hueco que separa dos partes. El concepto de la grieta ha resultado útil para describir la realidad política argentina. Me parece que convendría importarlo y adaptarlo a nuestra circunstancia. En México también se ha formado una grieta entre los lopezobradoristas y los anti-lopezobradoristas. Ya no se trata, como en el régimen anterior, de una diferencia entre los proyectos de dos coaliciones políticas, sino de algo más grande, más hondo, de la diferencia entre dos concepciones sobre el Estado, la nación y la política.

El régimen de la alternancia (2000-2018) estaba fundado en una concepción de la democracia como si fuera el tablero de un juego de mesa. Había tantas fichas como partidos políticos. Las fichas debían ocupar todos los espacios, desde la izquierda hasta la derecha. Sin embargo, por la mecánica del juego, las fichas tendían hacia el centro. Se suponía que en el centro tendrían más oportunidades de ganar, por lo que las diferencias entre los jugadores se iban volviendo cada vez más insignificantes. Las elecciones eran como el acto de aventar los dados. De acuerdo con los resultados, los partidos políticos ganaban o perdían en un momento del juego, pero siempre había la oportunidad de que en la próxima elección hubiera alternancia y que los perdedores quedaran en una mejor posición. Para poder seguir apostando, había un banco oficial que les daba recursos para que siguieran en el juego, siempre y cuando consiguieran un número mínimo de votos.

El régimen de la alternancia acabó en 2018. En el lopezobradorismo –prefiero llamarlo así que “cuarta transformación”– el juego político es muy diferente. Ya no hay un tablero. Ya no existe el centro. Ahora lo que hay es una grieta. Los lopezobradoristas están de un lado y los anti-lopezobradoristas del otro. Los segundos acusan a los primeros de haber creado la grieta. Sin embargo, ellos mismos la hacen más ancha con sus ataques viscerales a los primeros. En este nuevo juego, la existencia de la grieta es un elemento esencial de la lucha entre los dos bandos. Sin la grieta, no habría manera de sostener el discurso político actual, tanto de unos como de otros.

Los nostálgicos –quizá la mayoría de nuestros opinólogos y politólogos– suspiran por el juego anterior. Están convencidos de que aquel juego era más civilizado, más sofisticado. Ése es el juego que aprendieron hace muchos años y ahora no se sienten a gusto con el nuevo. Sin embargo, ellos parecen no darse cuenta de que los errores del pasado fueron los causantes de las fisuras que luego se convirtieron en una grieta. Para rellenar la grieta tendremos que inventar una nueva política, no volver al pasado.