El partido de Xóchitl

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Me da la impresión de que muchos de los mexicanos que apoyan a Xóchitl Gálvez simpatizan poco o nada con el PRI, el PAN y el PRD. La popularidad de la que muy probablemente sea candidata opositora en las próximas elecciones depende, en buena medida, de que no se le percibe como una política ligada a esos tres ajados partidos.

No obstante, es evidente que sopla un aire de paradoja porque sin el PRI, el PAN o el PRD, Xóchitl no podrá ser presidenta en 2024.   

En otras palabras: quienes desean que Xóchitl esté en la boleta quieren votar por ella en contra de Morena, pero no les entusiasma votar por el PRI, el PAN o el PRD, a pesar de que, para que Xóchitl sea la presidenta, tengan que votar por el PRI el PAN o el PRD.   

 Cualquiera que sea el resultado de la elección de 2024, a mí me parece que quienes quisieran que Morena se vaya de Palacio Nacional, pero no quisieran que el PRI y el PAN vuelvan a Los Pinos (para no hablar del PRD), deberían pedirle a su candidata, a Xóchitl Gálvez, que funde un nuevo partido.  

 Si pierde Xóchitl en 2024, tendría seis años para fundar un partido que expresara los valores, los anhelos, los principios de todos esos mexicanos que la apoyan. Ese nuevo partido, el xochitlista —ya habría tiempo para encontrarle un nombre— sería el vehículo para expresar esa nueva voz de la política mexicana opositora, una voz genuina del siglo XXI.  

 Si gana Xóchitl en 2024, entonces tarde o temprano tendría que fundar su propio partido, para no seguir dependiendo del PRI, el PAN y el PRD. Ese partido podría llegar a las elecciones de 2030 con un proyecto político diferente, con una manera renovada de hacer política, sin el lastre de los tres partidos que ahora se abrazan desesperadamente para no hundirse en el fango. 

 Sospecho que, dentro del PRI, el PAN y el PRD algunos no quisieran que Xóchitl fuera su candidata porque anticipan que su triunfo podría significar el fin de esos tres partidos que han lucrado con la democracia mexicana. Haciendo cálculos maléficos, preferirían perder la elección de 2024 para seguir acaparando su supuesta oposición al régimen de Morena. Y si no pueden detener a Xóchitl, harán todo lo posible para seguir ordeñando la vaca, ocupar puestos, levantarse el cuello. Le cobrarán muy caro sus servicios.  

 Algunos ya se imaginan ocupando los puestos que tuvieron en el pasado. En el reparto imaginario de secretarías, subsecretarías, oficialías mayores, direcciones, subdirecciones y demás cargos, ya se ven de regreso en sus viejas oficinas. Seguramente Gurría debe tener cientos de peticiones de sus viejos amigos para que se reestablezca el viejo orden. Así pensaban muchos de los que dejaron el país para acompañar a Don Porfirio en su exilio europeo: que México era ingobernable sin ellos, que tarde o temprano tendrían que llamarlos para poner las cosas en orden, que ellos y sólo ellos eran quienes sabían gobernar y, además, con buenos modales.  

No obstante, como ya dije, me parece que no pocos de quienes apoyan a Xóchitl no quieren que ella sea presidenta para que las cosas vuelvan a ser como antes. No quieren que Creel vuelva a ser secretario de Gobernación, como en el gobierno de Fox, o que Paredes vuelva a ser subsecretaria del mismo ramo, como en el gobierno de Salinas, o que Gurría vuelva a ser secretario de Relaciones Exteriores, como en el gobierno de Salinas o que De la Madrid vuelva a ser secretario de Turismo, como en el gobierno de Peña Nieto. Y tampoco quieren que Alito sea el flamante secretario de Educación Pública o Marko el secretario de Energía o Chucho el secretario de Economía.  

 Xóchitl significa algo nuevo. En ello radica la esperanza que se ha puesto en ella. Por lo mismo, ella tiene que probar que su aventura política no es un viaje al pasado, sino al futuro. Cuando llegue el momento, tendrá que dejarlo muy en claro, no sólo con palabras, sino, sobre todo, con hechos. Si no lo hace, si al final nos ofrece más de lo mismo, la decepción padecida por la sociedad será un duro golpe para la democracia.