Guillermo Hurtado

La política de la memoria del lopezobradorismo. El tema de las conmemoraciones

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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En el Seminario de Investigación sobre Historia y Memoria Nacionales de la UNAM hemos estudiado el tema de las conmemoraciones desde hace más de una década. Dentro del seminario, el Dr.  Fernando Curiel ha formulado una teoría de las conmemoraciones. Curiel enumera varios elementos recurrentes de ellas: una política de la memoria, una organización, un contenido programático, un repertorio en el que conviven vivos y muertos, un “lenguaje” o sistema de lenguajes, una cartografía, una tradición y un registro. En la conmemoración de 2021 habrá que utilizar el modelo de Curiel para compararla con las que tuvimos en 1910, 1960 y 2010. Las reflexiones que siguen parten de un diálogo con él dentro del seminario arriba mencionado.

Hace un año se le planteaba al gobierno lo que podríamos denominar “el problema del 21”, es decir, cómo conmemorar la consumación de la Independencia sin caer en una lectura conservadora —en el sentido del siglo XIX— de la historia de México. La solución del régimen es interesante. Por una parte, se conmemora la gesta —la culminación— pero no al héroe —Iturbide—. Por otra parte, se le resta centralidad a la consumación al incorporarla dentro de un programa de festejos en el que se recuerda varios acontecimientos variopintos en una mezcla que deja intrigados a los historiadores profesionales. Menciono algunos de estos eventos: homenaje a Guerrero, ceremonia de la Cruz Parlante, solicitud de perdón para los pueblos indios, conmemoración de la fundación lunar de Tenochtitlan, ceremonia por los Tratados de Córdoba, representación de la entrada a la capital del Ejército Trigarante, conmemoración de la promulgación del Acta de Independencia y homenaje a Morelos.

La llamada Cuarta Transformación de México se plantea desde una lógica distinta de la del régimen anterior. La política de la memoria histórica es constitutiva del discurso del nuevo régimen, a diferencia del viejo régimen, que se concebía en una especie de atemporalidad democrática. La legitimación del lopezobradorismo depende de su vinculación con el pasado o, mejor dicho, con una lectura del pasado conformado por las tres transformaciones previas: la Independencia, la Reforma y la Revolución. Por lo mismo, hay dentro del gobierno una especie de conmemoración permanente de esos tres grandes sucesos de la historia nacional. Esta rememoración sin tregua tiene como escenario principal la conferencia mañanera en el que el presidente funge como el maestro de ceremonias de la asamblea cívica de todos los días. El maestro de ceremonias es también el maestro de historia. Por así decirlo, él es el historiador de la patria, por encima de todos los integrantes del gremio de historiadores profesionales, por encima, incluso de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México, fundada por él mismo y encomendada a su esposa.

En la política de la memoria del lopezobradorismo, el régimen se concibe como una vuelta a la historia, no sólo en el sentido de vuelta al camino perdido, sino de vuelta a la historia en tanto que religión cívica. Eso lo quita un carácter episódico a la política de la memoria y por lo mismo le resta protagonismo a las conmemoraciones. Ya no hay que esperar cien o cincuenta años para recordar la Independencia o la Reforma o la Revolución. Se les recuerda todos los días, porque esas gestas populares son asumidas como la inspiración viva del proceso actual. El antiguo mecanismo de legitimación histórica que daban las conmemoraciones al gobierno que tenía la suerte de que le tocara una de ellas, ahora deja de depender de las efemérides. Es un proceso permanente. Por eso mismo, no debe sorprender que no haya una obra pública ligada a la particularidad de las conmemoraciones de este año. No hace falta levantar columnas o arcos o construir museos o plazas —“lugares de la memoria”— en el sentido de Pierre Nora. Todo lo que hace el gobierno, en todo momento, está intrínsecamente vinculado con la historia patria.

Esta nueva política de la memoria podrá coincidir con la del siglo XX en la periodización de la historia oficial, pero opera de manera diferente. Es una política en la que el protagonismo del líder carismático pretende cumplir con el papel de escenificar y re-escenificar la plenitud del tiempo histórico en el presente.