Horacio Vives Segl

Boric y el acertijo chileno

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El pasado domingo se celebraron unas ejemplares elecciones presidenciales de segunda vuelta en Chile. La acentuada polarización política y social que vive el país sudamericano, la más profunda en su historia contemporánea, tuvo un inequívoco reflejo en el ballotage. Desde las primarias y la primera vuelta quedó claro que los chilenos tendrían que optar entre dos populismos indeseables. Esto nos deja algunas lecciones e interrogantes interesantes.

La batalla por ganar el voto centrista y moderado por parte de Gabriel Boric, postulado por la coalición Apruebo Dignidad, resultó más estratégica y convincente que la de su contrincante, José Antonio Kast. Y también —en consonancia— Boric cumplió con lo esperado en su discurso como candidato ganador de la elección: un repaso de las principales promesas de campaña, un guiño a su base de votantes y la promesa de gobernar para todos los chilenos. Pasar de la etapa de la competencia a la de la unidad.

El mensaje fue, hasta cierto punto, irreprochable en el diagnóstico y los buenos deseos, por lo que sería difícil diferir de él. Sin embargo, habrá que ver qué clase de gobernante va a ser en los hechos: el que responda a su base radical e impaciente —la de la ruptura generacional, que le permitió ir construyendo una candidatura viable— o el negociador y centrista que supo convencer al electorado moderado —que fue el que le permitió conquistar el triunfo—. No es lo mismo hablar de reformas graduales que de nacionalizaciones, por más guiños que se quieran hacer a una cofradía epistémica revolucionaria y moralista.

En todo caso, el escenario que se le presentará a partir del 11 de marzo, cuando asumirá el gobierno, no es nada sencillo: la grieta política y social tan característica de Chile es hoy más pronunciada que nunca, desde su retorno a la democracia; hay una enorme impaciencia por lograr resultados inmediatos e impulsar grandes reformas estructurales (salud, educación, sistema de pensiones, etcétera); el país —como todo el mundo— sigue resintiendo los efectos de la Covid-19; y, como suele suceder en la política chilena, hay una paridad de fuerzas entre derecha e izquierda.

Así que Boric será un presidente en minoría congresional, que tendrá que lidiar con una derecha legislativa con la que deberá negociar, si es que quiere aprovechar el primer tramo de su mandato para lograr algunas de las reformas de su agenda. La otra opción será esperar hasta que la Asamblea Constituyente —con la que tiene una mayor sintonía y en la que encuentra más respaldo político— apruebe una nueva Constitución, más afín a su programa de gobierno, y ésta sea avalada mayoritariamente por la ciudadanía chilena.

El triunfo que emocionó en calles y plazas no fue nada bien recibido en los mercados financieros. Si bien ya se veía venir que Boric ganaría el domingo, el lunes la bolsa de valores de Santiago se desplomó y el peso chileno se devaluó como no ocurría desde la crisis financiera de 2008. En todo caso, ojalá que sea el inicio de una nueva etapa, que permita encontrar la salida de la crisis política y social, detonada en octubre de 2019. Veremos.