Horacio Vives Segl

Elecciones primarias presidenciales en Chile

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Resulta interesante observar el encauzamiento institucional con el que Chile está procesando, a través de distintas citas electorales, la crisis política y social que estalló en octubre de 2019.

En poco más de un año, la ciudadanía chilena ha sido convocada varias veces a las urnas y lo será otras más: en octubre de 2020 votaron por el sí a una nueva Constitución; en mayo de este año se celebraron las elecciones municipales y para el Constituyente; en junio, la segunda vuelta de gobernadores; el domingo pasado, las primarias presidenciales; el 21 de noviembre será la primera vuelta de las presidenciales y, de no obtenerse un ganador, el ballotage o segunda vuelta, el 19 de diciembre.

Lo más llamativo de las primarias presidenciales del domingo pasado fue, por supuesto, su sorpresivo resultado. Otra vez las encuestas volvieron a fallar. Estaban en juego las candidaturas de los dos grandes bloques con mayores posibilidades de triunfo de cara a la cita de noviembre: por el lado del oficialismo —en el espectro de derecha— el pacto (o coalición) Chile Vamos estuvo conformado por los precandidatos de los partidos tradicionales Joaquín Lavín (Unión Demócrata Independiente), Mario Desbordes (Renovación Nacional), e Ignacio Briones (del emergente Evolución Política), así como el independiente Sebastián Sichel; y por el bloque de la izquierda antiliberal, en el pacto Apruebo Dignidad, compitieron principalmente los precandidatos Daniel Jadue (Partido Comunista) y Gabriel Boric (Convergencia Social).

Los encuestadores marcaban como claros ganadores, por sus respectivos pactos, a Lavín —excandidato presidencial dos veces derrotado— y a Jadue —quien, tras los resultados de las elecciones de mayo, despuntaba como favorito para ser el próximo inquilino de La Moneda—. Pero no: Sebastián Sichel ganó la primaria del oficialismo de derecha y Gabriel Boric la de la izquierda antiliberal.

Si bien el discurso de Boric (“Chile fue la cuna del neoliberalismo; también será su tumba”) podría parecer muy radical, lo cierto es que resultó más moderado e integrador que el rancio extremo en el que se colocó el comunista Jadue. Lo mismo puede decirse en la otra vereda: sin caer en posiciones extremas y sin cargar tanto con el desprestigio de los partidos tradicionales de la derecha chilena, el discurso de Sichel —centrista, moderado, que apeló a acercar a los extremos e invocó el temor a un posible gobierno comunista radical (aunque sin aspavientos teatrales)— resultó ampliamente convincente.

Queda la incertidumbre de quiénes se unirán a Boric y Sichel en la boleta (el sistema electoral chileno permite oficializar candidaturas sin pasar necesariamente por las primarias, lo que en el actual proceso electoral tiene como límite el 23 de agosto). Están como posibles aspirantes la democratacristiana Yasna Provoste —actual presidenta del Senado—, la socialista Paula Narváez y el ultraderechista José Antonio Kast. Para ellos, pareciera que no fue buena idea no participar en las primarias.

El electorado mandó señales contundentes. No optar por los liderazgos extremistas dentro de las opciones posibles y apostar por un cambio generacional: Sichel tiene 43 años y Boric, 35 (hace apenas una década era líder de un movimiento estudiantil).

En la política chilena, tan volátil en los últimos tiempos, todo parece indicar que quien acabe por ser el nuevo presidente ni de lejos se asomaba, cuando inició el actual ciclo de cambio político, como opción viable.