Javier Solórzano Zinser

Caso Lozoya, enredado y lo enredan

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser
Por:

Pasa el tiempo y no pareciera que se estén dando pasos que permitan desentrañar con pruebas el andamiaje de corrupción que se construyó en la pasada administración; está enredado y lo enredan aún más. 

Los procesos judiciales llevan su tiempo, pero éste nomás no deja de alargarse, no se aprecian avances y se le ve con una singular opacidad. La sociedad sigue sin saber dónde está Lozoya y bajo qué condiciones vive. No se sabe si sigue bajo los privilegios que lo han acompañado toda su vida bajo la justificación de que les ha vendido la idea de que sabe algo que empieza a resultar insuficiente para el desarrollo del caso.

El tema es cada vez más delicado. La Fiscalía no da resultados, al tiempo que pareciera que con sus reacciones hace ver que su autonomía es relativa. Cada vez que el Presidente habla sobre el tema, la Fiscalía se esmera en dar a conocer alguna información o filtración, quizá más que para responder e informar a la sociedad lo hace para responderle al Presidente.

En diversas ocasiones López Obrador ha mencionado la importancia de que la Fiscalía informe y también en ocasiones se ha referido a información sobre el caso que uno presume sólo tendría la Fiscalía.

Lo que no se vale es que estén administrando el caso pensando en que le sea de “utilidad política” al Gobierno y a su partido en el proceso electoral, es una hipótesis que no se descarta.

El Presidente ha hecho constantes referencias a la importancia del proceso electoral por la relevancia que le tiene mantener la mayoría que le permita continuar con su proyecto, al tiempo que probablemente no ha de pasar por alto que se han creado condiciones en el país que no necesariamente le auguran un resultado del todo favorable a Morena como en 2018.

A todos nos queda claro que el hecho de que el Presidente no esté en las boletas marca una considerable diferencia entre las elecciones pasadas y las que vienen.

Independientemente de esto, sin duda relevante, lo preocupante es que no se observan avances significativos en la investigación. Hay opacidad teniendo en el centro a un hombre, el cual no se sabe bajo qué condiciones está, qué es lo que está declarando y hasta dónde llegan sus responsabilidades, por más que ahora haya cambiado de piel que para sobrevivir delate a sus otrora “jefes”, a los cuales de seguro les rendía pleitesía.

Si bien existe en el imaginario colectivo la idea de que altos funcionarios de la pasada administración, lo que incluye al expresidente, deben ser juzgados por lo que hicieron, mucho de ello está a la vista de todos, también es cierto que si no hay pruebas, todo lo que han planteado, como la infame corrupción, se va a quedar en el papel.

El caso Lozoya está llevando al Gobierno al riesgo. Por más polvo que levante y se haya vuelto mediático, en algún sentido es una especie de emblema contra la corrupción, no se aprecian elementos que por ahora lo fundamenten. Llevamos un rato entre filtraciones y dimes y diretes, los cuales al final no pasan de ser sólo eso, por más que tengan una gran resonancia mediática.

En los últimos días pareciera que andan enfocando las baterías en contra de Lozoya, lo cual podría tener de fondo la falta de elementos para poder actuar en contra de aquéllos y aquéllas a quienes el multicitado ha delatado.

El tiempo corre y no vaya a ser que el caso se les vaya de las manos y les dé por buscar salidas alejándose de una genuina demanda de justicia y lucha contra la corrupción.

¿Dónde está Lozoya?, pero también ¿en qué anda la investigación? Ya de menos manden señales de humo.

RESQUICIOS

No hay duda de que tenemos que debatir sobre las redes sociales. No genera confianza el parlamento abierto, porque hay evidencias de que en muchas ocasiones no se les ha hecho caso a los participantes. La pregunta es si existe una genuina intención de discutir para buscar qué hacer, o se les apareció la urgencia electoral.