Javier Solórzano Zinser

Van dos años

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser
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Estos dos años de gobierno han tenido como común denominador lo inédito. No tenemos antecedentes que pudieran servir para tratar de entender los nuevos términos de la gobernabilidad que le ha impregnado López Obrador a su gestión. 

En las formas no es fácil encontrar escenarios que la sociedad mexicana hubiera vivido y padecido por lo menos en los últimos 30 años. La insistencia presidencial de “no somos como nuestros adversarios” se podría sustentar en lo inédito de lo que vivimos; sin embargo, en más de alguna ocasión también se le puede aplicar aquello de que los extremos se juntan.

Han sido dos años vertiginosos, para bien y para mal. Muchas cosas han cambiado empezando por el mecanismo de comunicación del Presidente con la sociedad. Las mañaneras son el vínculo que utiliza para tratar de imponer la agenda y para que a diario arremeta, tire línea, critique y hasta se dé el lujo de ponerle canciones a los periodistas desde un espacio que se ha convertido en una especie de púlpito. Es desde ahí donde el tabasqueño toma el pulso de los medios, les responde y a veces los manda a volar a través de su cada vez más punzante discurso.

El eje sobre el que gobierna está en las mañaneras. Todo pasa por ahí lo cual le permite tener a diario la posibilidad de informar y responder a la cotidianidad, lo que le mantiene sistemáticamente en el imaginario colectivo. Algo fundamental para el Presidente es estar a diario en los medios de comunicación y en las redes.

No necesita actos públicos para plantear lo que piensa y quiere porque con la mañanera le basta y sobra.

El debate sobre si el recurso se está desgastando a estas alturas ya es menor, el Presidente sabe que el mecanismo es útil y por más que a veces haya buenas o malas mañaneras la estrategia es sin la menor duda efectiva; le sirve para todo.

En estos dos años el Presidente ha hecho de su discurso un elemento toral. Sabe cómo puede trascender y cada vez tiene más claro lo que le molesta a sus adversarios a los cuales no deja de tener en la mira. Da la impresión de que le gusta provocarlos y se ha ido dando cuenta por su larga experiencia que sabe muy bien dónde sus palabras duelen, molestan y trascienden.

No hay manera por ahora de hacer un balance de los dos años. Muchos de los planes presidenciales son de mediano plazo y no se tiene claridad por ahora de su efectividad y alcances como parte de sus políticas públicas.

La propuesta de cambio del Presidente camina entre dudas. Está claro que en algunos casos hay claridad en los resultados, particularmente en lo que corresponde a los jóvenes, la tercera edad y en algunas zonas del campo.

Sin embargo, hay otras áreas en donde si bien los problemas son heredados no se ha encontrado la manera de revertirlos con todo y las innumerables promesas de campaña. La seguridad sigue siendo uno de los grandes pendientes porque no hay indicadores que puedan evidenciar que las cosas estén en rumbo de ser diferentes.

Igual pasa con la economía que si bien ha sido sacudida de manera brutal por la pandemia no se puede soslayar que veníamos de un crecimiento precario en el 2019, no se vislumbran para este año ni para el siguiente signos positivos.

Habrá que ver qué termina por suceder con la pandemia. Muchas voces críticas han insistido en el desigual manejo para enfrentarla, el balance al final pudiera colocar al afamado vocero como un chivo expiatorio. El Presidente ha dejado la responsabilidad en él y su equipo y no vaya ser que si al final la estrategia es cuestionada, como muy posiblemente pueda pasar, el tabasqueño diga que todo lo dejó en manos de los expertos.

Dos años vertiginosos a los que ya se les va pasando la cuenta.

RESQUICIOS

Hace unos días le planteamos las críticas y dudas de especialistas al informe de Bloomberg y nuestro lugar 53 en materia de atención a la pandemia. Lo que no se puede pasar por alto, a diferencia de dicho reporte, es el zape que nos envió sobre el tema la OMS ayer.