Los enojos y sus consecuencias

QUEBRADERO

JAVIER SOLÓRZANO ZINSER
JAVIER SOLÓRZANO ZINSER
Por:
  • Javier Solórzano Zinser

No se pueden perder de vista las manifestaciones en contra de López Obrador. 

Es probable que cada vez vayan agrupando más gente o autos, independientemente del origen socioeconómico de quienes las llevan a cabo.

Sin embargo, por más que vayan sumando adeptos no se ve consistencia, son presuntos actos de protesta que eventualmente pueden terminar también en eventos sociales más que como manifestaciones.

La clave está en la consistencia, en las ideas y en la capacidad que se tenga para agrupar y convertirse en oposición de peso e ideas y no sólo de coyuntura o de enojos. Lo que no está en tela de juicio es el derecho a manifestarse como lo crean conveniente.

Lo que se ha convertido en tema de debate es que detrás de estos actos prevalece un marcado elemento de clase social, lo que lleva inevitablemente a interpretar las protestas de manera de crítica señalándolas como parte de una indignación “fifí”, independientemente del derecho, reiteramos, a manifestarse.

Cada vez está pesando más en la sociedad el tema de las clases sociales. El Presidente tiende a alentarlo lo que provoca una polarización que es cuestión de tiempo para que empiece a generar consecuencias, si no es que ya anda pasando, independientemente de todo lo que ha sido nuestra historia como nación en ese sentido.

No se soslaya que el país viva en medio de grandes diferencias económicas y sociales, pero también es cierto que requerimos de puentes de entendimiento para poder construir una sociedad diferente, lo cual tarde que temprano será fundamental por lo menos para sobrevivir.

Ante los procesos de polarización las reacciones de los ciudadanos son una incógnita. La historia nos dice que en la mayoría de los casos los enfrentamientos acaban por ser una forma de definición de estos escenarios. Así como en la crítica y los señalamientos del Presidente y de sus furibundos seguidores en contra de los manifestantes, definiéndolos como “conservadores” y opuestos al cambio, del otro lado la crítica también raya en elementos sociales e incluso con dosis de racismo.

Al país le hace falta con urgencia el entendimiento, pero, sobre todo, por la ausencia de una oposición seria y consistente, una oposición que tenga ideas y que confronte en estos terrenos al Gobierno. El Presidente no toma en serio  las manifestaciones, porque tiene claro que no hay consistencia, en lo que hay que reconocer que tiene razón.

Bajo nuestro régimen constitucional es un sinsentido plantear el “fuera AMLO”. Es querer romper un orden legal que nos ha costado mucho trabajo crear y fortalecer. Es ir en contra de la decisión de más de 30 millones de personas que de alguna u otra manera mantienen vigente su simpatía y apoyo hacia el Presidente.

Lo delicado de lo que se vive es que tanto López Obrador como los manifestantes en sus automóviles parten de coincidencias. Tanto uno como los otros tienen, a querer o no, el elemento clasista como uno de sus puntos de partida.

No se alcanza a apreciar que en el mediano plazo se pudieran encontrar coincidencias; la impresión es que en el día con día las diferencias se agudizan.

Todo indica que estamos en vías de tener más problemas y sus consecuencias van a alcanzar a la sociedad en su conjunto, no sólo al Presidente y a su Gobierno y no sólo al grupo de manifestantes de fin de semana, por más que se vayan sumando más automovilistas.

Los enojos no se han ido con la pandemia, más bien andan en pausa. Lo peor que nos puede pasar es que en medio de los enojos estamos tratando de decidir sobre cuestiones fundamentales para el país.

Los enojos tarde que temprano traen consecuencias.

RESQUICIOS.

Por lo pronto ganó la sensatez. Ricardo Monreal hace bien en retirar su propuesta de fusión de los institutos, lo interesante es también lo que está proponiendo, un debate sobre el tema porque, sin duda, hay que revisar lo que han venido haciendo los institutos.