Javier Solórzano Zinser

La evaluación escolar

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Javier Solórzano Zinser
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Las evaluaciones son un muy buen referente para saber lo que pasa en un aula entre los maestros, alumnos y con las escuelas a lo largo del curso escolar.

Si bien el magisterio se va construyendo una idea sobre el desarrollo de cada uno de los estudiantes a través de diferentes elementos, al final encuentran como fuere dificultades para tener un criterio definido respecto a lo que pasa con algunos estudiantes.

Los maestros terminan por conocer a los alumnos en muchos casos mejor que lo que viven  en sus hogares. Los tienen enfrente a lo largo de 6 u 8 horas diarias durante más de 260 días. Los conocen de buenas y de malas y acaban percatándose de lo que pueden estar viviendo en sus hogares.

¿Cómo tener certezas de lo que un alumno aprende? Los exámenes tienen una utilidad, pero es evidente que no permiten tener un conocimiento pleno de la formación escolar.

Muchos estudiantes le huyen a los exámenes a lo que se suma que el alumno puede llegar en un mal momento psicológico y personal a la evaluación; sin embargo, este instrumento es un referente, no definitivo, para conocer la formación del estudiante.

Los maestros van viendo y conociendo el desarrollo de los alumnos, se van percatando en qué les está yendo bien y en qué les va mal.

Una variable importante en la suma de factores es la asistencia a clases. Permite un mayor trato y conocimiento de los alumnos por parte del magisterio, al verlos diario tienen más elementos para entender su desarrollo escolar.

La asistencia a clase también permite visualizar la dinámica bajo la cual viven los estudiantes en su relación con sus compañeros. En la medida en que asisten, existen más elementos para conocer en qué rumbo andan: se les ve en clase, se les ve en los recreos y se les ve a la hora de entrada y salida, incluso se conoce también a las personas que los dejan o si lo hacen solos.

Los maestros son la otra mitad de la ecuación. Es igual de importante saber qué hacen los alumnos, como saber qué hacen los profesores. Las capacidades y el desarrollo de los maestros deben pasar por un sistemático proceso de actualización.

No se les puede exigir que cumplan integralmente con sus labores si no pasan por un proceso en que sus conocimientos estén sistemáticamente siendo actualizados, lo cual es una obligación de la SEP y de las escuelas en que trabajan.

Los maestros son una guía. Los tiempos en que desde la tarima se convertían en tótems son pasado, porque la dinámica de la sociedad y de la escuela se ha transformado. Se han democratizado lo que no significa que no se mantengan jerarquías dentro y fuera del salón de clase.

Los tiempos de “la letra con sangre entra” formaron parte de un proceso educativo absolutamente punitivo. En muchos casos asistir a clase lo único que provocaba era miedo y aislamiento por parte de los estudiantes.

El gobierno está por echar a andar un plan piloto en materia educativa. Por lo que hasta ahora se conoce prevalecen aspectos ideológicos que se colocan más de la mano de los principios en que se funda el gobierno en turno que bajo una mirada integral formativa de la educación de los estudiantes de largo plazo. 

Sea lo que sea, no puede pasar por alto que los estudiantes requieren de herramientas que les permitan integrarse a la sociedad y ser partícipes de ella a través de valores y de un sentido social. Para ello tenemos que darles instrumentos para desarrollar sus capacidades, los cuales van más allá de la ideologización de la educación.

Para conocer en qué andan y hacia dónde se les puede seguir llevando no hay de otra que también evaluarlos.

RESQUICIOS.

Las flagrantes violaciones en los recientes procesos electorales por parte de las autoridades federales y estatales, entre las que se incluye el Presidente, han sido consignadas por el TEPJF y los tribunales estatales; sin embargo, resulta que a los violadores de la ley los tribunales les hacen lo que el viento a Juárez.