Entre lo que estamos y vendrá

QUEBRADERO

JAVIER SOLÓRZANO ZINSER
JAVIER SOLÓRZANO ZINSER
Por:
  • Javier Solórzano Zinser

En medio de la muy aguda crisis por coronavirus no ha dejado de estar presente la violencia en algunos estados.

 Los números sobre Covid-19 muestran que quizá algo no se ha venido haciendo bien del todo. El Gobierno ha mandado señales contradictorias que nos tienen bajo falsas salidas.

Todo indica que ahora sí estamos cerca de llegar al clímax de la curva; sin embargo, se nos va a venir otro gran problema que será controlar la pandemia. Según los especialistas uno de los grandes retos es mantener en descenso la curva lo que puede llevar mucho tiempo.

Junto a este reto quizá no pasemos por alto la violencia que sigue permeando en el país. Ha dejado de ser gran tema por razones evidentes, pero todos sabemos que está entre nosotros. Por ahora  no sabemos con precisión qué tanto se hayan incrementado los delitos del orden común, robo a transeúntes y a viviendas.

Con la pandemia entre nosotros es difícil saberlo porque los mecanismos de comunicación, a pesar del gran valor de las redes, no nos permiten todavía un diagnóstico justo.

Es probable que no haya muchas denuncias por las amenazas que los delincuentes hacen a quienes atracan. También puede ser que muchos ciudadanos encuentren que no tiene sentido presentar una denuncia por la impunidad bajo la que vivimos, a lo que se suma el temor de salir con el coronavirus a tope.

Es probable que en octubre tengamos un justo medio de las cosas, independientemente de la posibilidad de que haya un rebrote al que se sumará la llegada de la temporada de frío.

En función de lo que hemos vivido y la experiencia de otros países pareciera que estamos cerca de que nuestras ciudades entren en otra etapa, éste será uno de los momentos que permitirá tener información con bases; a lo que se deberán agregar las probables secuelas violentas que nos tocará vivir.

En lo que sí se tiene información precisa es en lo que pasa en algunos estados, como son los casos de Guanajuato y Oaxaca. En este estado el fin de semana 15 personas fueron masacradas y más de 30 desaparecidas en el Istmo por personas encapuchadas, en un presunto retén de desinfección.

En Guanajuato se ha entrado en una espiral de violencia interminable de la cual pareciera que no hay salida. El eje de la misma tiene que ver con la delincuencia organizada, en particular la que se dedica al huachicol sin pasar por alto el muy grave coctel que pudiera estarse cocinando por eventuales alianzas con cárteles de la droga.

La estrategia del Gobierno en contra de los huachicoleros sigue teniendo inevitables consecuencias, a lo que se suma que no se ha logrado controlar la base de la delincuencia organizada lo que tiene a Guanajuato en medio de la violencia que ya alcanzó a los ciudadanos.

Las bandas de huachicoleros siguen teniendo capacidad de maniobra. El golpe de este fin de semana a El Marro y su familia puede ser un punto, ahora sí, de inflexión en este muy violento conflicto.

No hay fin de semana que en Guanajuato no se presenten hechos violentos, los cuales desde hace tiempo vienen afectando a la población, lo que ha provocado que los y las guanajuatenses no salgan de sus casas, están entre el coronavirus y la violencia cotidiana.

Hemos conocido de primera mano testimonios de habitantes de Guanajuato capital y de Celaya que nos narran, en algún sentido resignados, que los asaltos son a toda hora y a plena luz del día.

Ya sabremos pronto qué ha sido de nosotros y la inseguridad estos meses, pero lo sucedido en Oaxaca el fin de semana y en Guanajuato desde hace tiempo es alarmante, lamentable y mortal con coronavirus o sin él.

RESQUICIOS.

Va de nuevo. Van más de 20,000 personas muertas por Covid-19 y todo indica que el número se puede triplicar. ¿No sería un acto de sensibilidad y recuerdo con nuestros muertos el guardar un minuto de silencio por ellos diariamente a las siete de la noche, antes de que nos llenen de números que son personas con nombre y apellido?