22, el laboratorio del 24

ELUCIDACIONES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En el diseño de las campañas y en el buscar cómo ganar votantes nuevos o cómo influir en los votantes indecisos, que son quienes definen las elecciones, es común tratar de influir en ellos de forma pragmática, simple y fácil. Normalmente esa influencia se ejerce en los electores menos informados, los que están menos politizados y los que se mueven por sentimientos. Sin que pudiera pensarse que se les manipula, sí existen fórmulas para llegar a ellos y lograr su voto. Para este gran grupo de personas, definidoras de elecciones, se busca hacer una campaña que sea sensata, pero muy emotiva, con elementos que logren despertar alguna emoción, que pueda ir más allá de la lógica de un voto razonado.

Así, por ejemplo, en 2016, en Chihuahua, los ciudadanos decidieron salir a votar por Javier Corral, que encarnaba al justiciero que de todas... todas..., ofrecía meter a la cárcel a los “corruptos del régimen”, encarnados en la persona del gobernador César Duarte. Los ciudadanos creyeron eso, se emocionaron con el candidato justiciero y salieron en masa a alimentar esa posibilidad de ver al poderoso en la cárcel. (No hago aquí un análisis del gobierno de Javier Corral en Chihuahua, sólo expreso la forma en que ganó).

Ese ejemplo lo podemos traslapar y ver que en el 2018 lo utilizó Andrés Manuel López Obrador. Hizo la misma oferta a los mexicanos sobre lo que consideraba susceptible de encontrar resonancia en millones de votantes. Fue más allá, ofreció cárcel a los corruptos, desaparecer los símbolos que él consideraba que eran parte intrínseca de lo que representaba su corrupción, y ofreció cancelar la construcción del aeropuerto y vender el avión presidencial. Esas ofertas llegaron al corazón de la mayoría de los 30 millones que votaron por él. Logró su objetivo. Llegó al corazón de los votantes indecisos y de los nuevos votantes, quienes le dieron un triunfo abrumador.

En ese sentido, las elecciones en seis estados se convierten en laboratorio para lo que será la elección del 2024. Será el próximo 5 de junio, cuando se compruebe qué elemento diferenciador otorga éxito a las diferentes campañas presidenciales.

Quizá se hagan con la victoria los candidatos justicieros, o conciliadores o emotivos; quizá se debe atender de manera directa al electorado con algunos elementos que hasta hoy parecen lejanos, donde se despierte el interés por recuperar lo que se había construido por años y que en poco tiempo se destrozó; a lo mejor se apoya a los aspiracionistas de forma innovadora.

Todo eso lo veremos, si las cosas se acomodan bien, en las campañas a gobernadores de los próximos días, para las que el resultado es de pronóstico reservado. Yo diría que hoy no hay nada para nadie, ni Morena tiene aseguradas las seis elecciones, ni el PAN tiene sólo una oportunidad, ni el PRI está completamente muerto. Y tampoco considero que estemos ante el nacimiento de una nueva fuerza política alternativa en MC. Anticipo sorpresas grandes y resultados inesperados.