Josefina Vázquez Mota

El rey

SIN MIEDO

Josefina Vázquez Mota*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Josefina Vázquez Mota
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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E l rey está enojado, nadie sabe qué hacer para que esté feliz y contento. Aunque es muy común en él estar malhumorado y odiando a quien se interponga en su paso, últimamente se le ve enfurecido.

Sus bufones, besamanos, aplaudidores, consejeros, magos, floreros, arlequines, no saben cómo hacerle sonreír, algunos de ellos hasta le han imitado atacando a la ministra de Justicia, con la que el rey no simpatiza, esto con la intención de levantarle el ánimo, y de pasadita, congratularse por él, sin embargo, no es suficiente.

Los más cercanos al rey han optado por guardar silencio y esconder la cabeza, pues como en el libro de Alicia en el país de las maravillas, puede que el rey se enoje tanto que se las mande cortar, tal y como lo hacía la reina roja en aquella historieta, y aunque lo digo en sentido figurado, la verdad es que el monarca gusta de fusilar a sus adversarios a través del lenguaje verbal.

Su discurso de odio y polarización es cada día más agresivo, ya no tiene límites, ha llamado a los periodistas “bandoleros y malandros”, está verdaderamente intolerable.

Su deseo por tener el control absoluto de todo es más explícito. Ya no disimula su autoritarismo. Al interior de su reinado ha generado división entre quienes aspiran a sustituirlo, ya que él quiere seguir gobernando a través de su sucesor, porque su sueño más grande es preservarse como lo hicieron por siete décadas sus antecesores.

Todos en el Palacio quieren que el rey aplaque su ira, están temerosos, preocupados, con incertidumbre, pues su enojo sube de nivel, aunque haya días en calma.

El rey no quiere escuchar, dialogar, negociar como lo exige la política, a todo dice que no cuando se trata de la oposición, de quienes piensan diferente a él; quien no se suma a su proyecto tal y como él lo quiere, es relegado.

El enojo del rey preocupa a varios de sus cercanos, pues saben que cuando algo se le mete a la cabeza no hay poder humano que lo haga cambiar de opinión, sin importar que vaya en contra de la Constitución.

Si no fuera porque sus reformas tienen que pasar por el Congreso, el reinado ya sería absolutamente suyo. Odia los contrapesos, porque le impiden hacer todo a su gusto y debe sujetarse a la división de poderes.

Al rey lo que le importa es hacerse de todo el control para perpetuarse y cumplir sus caprichos, no importa si ello implica destruir la democracia de su reinado, él lo que quiere es ser el todopoderoso.

Afortunadamente sus gobernantes están dispuestos a defender a su pueblo del rey y sus aliados. El monarca ya no tiene la misma simpatía con la que arrancó su reino, y aunque haga rabietas, el pueblo bueno defenderá la democracia, la división de Poderes y sus libertades.