Josefina Vázquez Mota

Superniñas

SIN MIEDO

Josefina Vázquez Mota*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Josefina Vázquez Mota
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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A los siete años Katya Echazarreta soñó y se prometió que iría al espacio, hoy a sus 26 años se lo cumplió, y no sólo eso, el vuelo se lo dedicó a México, su país natal. Una niña inmigrante que llegó con sus padres a Estados Unidos para lograr el sueño americano y que este sábado se concretó. Katya nació en Guadalajara, Jalisco, y no sólo es la primera mexicana en ir al espacio, sino también, la estadounidense más joven en salir del planeta.

Una niña inmigrante que llegó con sus padres a Estados Unidos para lograr el sueño americano y que este sábado se concretó. Katya nació en Guadalajara, Jalisco, y no sólo es la primera mexicana en ir al espacio, sino también, la estadounidense más joven en salir del planeta.

Sin duda alguna, Katya es la inspiración y el ejemplo de miles de niñas que sueñan con llegar muy lejos, con ser grandes profesionistas, investigadoras y científicas.

México es un semillero de científicos, ganadores de competencias internacionales en matemáticas, aeroespacial, física, entre otras, pero desafortunadamente, somos un país campeón en América Latina en la fuga de cerebros de acuerdo con la Confederación Nacional de Profesionistas y Jóvenes de México (Conapro).

Tan sólo en dos años, un millón de mexicanos con carreras concluidas y con una especialidad han migrado a otras naciones en busca de oportunidades, la gran mayoría de ellos son científicos.

Y mientras una mexicana viaja al espacio, en nuestro país la ciencia y la academia están siendo perseguidas, asfixiadas por ideologías partidistas, por un desinterés presupuestal y por una indiferencia brutal desde el Gobierno federal.

Los ataques al CIDE y a la UNAM, a sus estudiantes, académicos, científicos e investigadores son una muestra clara de que la ciencia y la tecnología es lo último que importa en el púlpito mañanero.

La brutal persecución a científicos como si se trataran de delincuentes es reprobable, pues mientras éstos son investigados, al crimen organizado se les mandan abrazos.

La historia de Katya, sin duda alguna, es una bocanada para México, sus investigadores y sus científicos, pero también, para miles de niñas a las que debemos impulsar a alcanzar sus sueños, porque son las nuevas generaciones las que harán de nuestro país una mejor nación.

Levantemos la voz por la ciencia, respaldemos al CIDE y hagamos suyas las demandas de los próximos científicos e investigadores para que hayan más de una Katya.