Juan Pablo Zorrilla

De reformas, debates y olvidos

TINTA ITAM

Tinta ITAM
Tinta ITAMFoto: La Razón de México
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En la coyuntura que ha generado la Reforma Eléctrica propuesta por el presidente y Morena, el ojo público ha puesto su mira sobre la producción y el consumo de energía eléctrica en el país. La propuesta de AMLO enfatiza la soberanía energética y busca brindarle un mayor control al gobierno para poder regular los precios y ofrecer electricidad barata para los mexicanos. La coalición opositora, por su parte, argumenta en contra de la concentración de poder en la CFE y dice que no cuenta con la suficiente infraestructura para abastecer la demanda. Además, les preocupa la cancelación de contratos anteriores por su costo y por la pérdida de confianza de los inversionistas. Independientemente de los aciertos y desaciertos de cada una de las posturas, un eje que debería ser central en una discusión sobre energía eléctrica ha quedado relegado. El cambio climático debería ser un tema importante a discusión y debería incluirse en el debate. Sin embargo, ninguno de los partidos le ha dado el énfasis que se merece.

A les jóvenes nos queda muy claro que no es posible tener una discusión seria sobre la electricidad que no contemple plenamente la urgencia de la crisis climática. En el mundo moderno, el acceso a la electricidad es tan indispensable como otros derechos fundamentales como la vivienda, el alimento o el agua. Una reforma que busque garantizar su oferta a precios accesibles y dignos debe ser promovida. Sin embargo, el camino hacia ello no puede pasar a través de la generación con energías sucias y contaminantes. Si el objetivo es más bien garantizar la soberanía energética del país, la producción de petróleo y la quema de combustóleo tampoco es el camino. Según Green Peace, México cuenta con la capacidad para abastecer el 100% de su demanda eléctrica con fuentes de energía renovables e incluso sería suficiente para exportar y vender el excedente. O, finalmente, si el objetivo es eliminar las empresas transnacionales y regresar a un suministro eléctrico estatal, la producción tampoco puede recaer en métodos que envenenen el aire que respira el pueblo.

La transición hacia energías limpias debe suceder lo antes posible y lo más rápido posible. El Estado debe ser un actor importante en liderar esta transformación. El sector público puede funcionar como un gran facilitador de inversión, tecnología e incentivos para acelerar esta transición. Tanto el presidente, Morena y la oposición deben reconocer la urgencia con la que se debe actuar. La Reforma Eléctrica podrá o no cumplir con lo que promete, pero definitivamente no aborda el cambio climático de ninguna manera. Lo que es necesario, es una legislación que se encuentre a la altura de la crisis y del reto que se tiene enfrente.