Julia Santibáñez

El asombro furioso en la metáfora

LA UTORA

Julia Santibáñez
Julia Santibáñez
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La picadura de una abeja es “como si la cabeza de un cerillo encendido penetrara en tu piel”. La comparación resulta eficaz: el ataque del insecto se parece a una quemadura incisiva, que cala hondo.

Escrita por el entomólogo Justin O. Schmidt, es citada por Pablo Boullosa en El corazón es un resorte —Taurus, 2017—, donde borda ricamente sobre por qué las metáforas no son cosa sólo de poetas. Todos necesitamos asociaciones libres de ese tipo para explicarnos el mundo y, por tanto, las creamos a cada rato (hace poco le dije a una amiga “traigo el ánimo chimuelo”, me gustó la imagen). Añade Boullosa: “Muchas veces comprendemos algo sólo cuando encontramos su semejanza con otra cosa que ya comprendíamos antes”.

Acaba de pasarme, en mi primera ida al cine en más de un año. El padre trata de un ídem viejo que va perdiendo contacto con la realidad. En un punto Anthony, es decir, el oscareado Anthony Hopkins, describe: “Siento como si estuviera perdiendo todas mis hojas… Las ramas y el viento y la lluvia. Ya no sé qué está pasando”. Para el director, guionista y dramaturgo Florian Zeller, la conexión entre elementos dispares (anciano-árbol) permite aprehender visual y corporadamente la emotividad del personaje. De hecho, esa frase resume la cinta: es la historia de un hombre decrépito y arbolado, para el cual vivir es perder sus hojas. Me recuerda estos versos del catalán Joan Margarit: “Ser viejo es que la guerra ha terminado. / Es saber / dónde están los refugios, ahora inútiles”. Otra vez veo cómo dos referentes lejanos (padre longevo-guerra) se acercan gracias a la intuición de la metáfora. Juegos de este tipo dan lustre a la realidad cotidiana, que en los tiempos que corren es poco agraciada. Desgraciada. Suelo buscar la poesía porque las metáforas me llevan a otro lugar emocional.

Los autores de canciones acuden con frecuencia a estas relaciones sensoriales. Me enfocaré en ellos. Hace días traigo pegada “Consejo de sabios”, escrita e interpretada por el grupo español Vetusta Morla. Es una historia de pareja que dice en un momento: “Tienes la forma precisa, / guardas la herencia del mármol. / Fuiste la Venus de Milo / y yo puse el mundo en tus brazos”. Cuatro líneas y esa gestualidad explican con potencia la frialdad de un truene, la atroz sensación de pérdida; en cambio, párrafos gastados del tipo “Creí en ti, qué decepción, estoy tan solo” no serían más que infumables lugares comunes.

Podría mencionar muchas metáforas de canciones que me emocionan por su asombro furioso, por cómo vinculan en los ojos de mi imaginación animales disímbolos y seres de distante código postal, pero me falta espacio. Por hoy elijo ésta, de José Alfredo: “Cuántas luces dejaste encendidas, / yo no sé cómo voy a apagarlas”. Carajo, por qué no se me ocurrió primero a mí.