Julia Santibáñez
Mis indispensables en 2022 (I)
LA UTORA
No empecé a leer siendo niña. No. Tampoco llevo haciéndolo desde entonces. El asunto es más poliédrico. En la infancia, la literatura se metió detrás de mis pupilas y tiñó la forma de plantarme en el mundo, hasta hoy. No pasa un día sin que abra un libro. O varios.
Como casi siempre me digo mejor con palabras de otros, todo fin de ciclo incluye, necesariamente, lo que leí. Va la primera parte de la lista de libros que me acompañaron en 2022 y se hicieron indispensables. Igual que las marchantas calan la fruta en el mercado, incluyo unas líneas de cada uno, en las que me reconozco en algún punto de mi historia.
1. NOVELA, Ariana Harwicz, Matate, amor, Dharma Books, 2022: “Qué lujo es estar tirada contra el piso en un paraje mugriento cerca de un cementerio municipal. Bosta y paja alrededor, pero tener un cuerpo hambriento encima, que no es un cadáver... el lujo de tener sobre las tripas un hombre entero”.
La argentina explora las honduras humanas a partir de una protagonista que vive en el campo con su esposo e hijo y desde ahí contraviene los comunes lugares: el paisaje la asfixia, el bebé se le atraganta, del marido sólo dice que cogen poco. Su deseo sexual es insoportable, “la boca de un caimán abierta a más no poder”. Qué barbaridad, la prosa de Harwicz.
2. POESÍA, Ana Luísa Amaral, What’s in a Name, traducción de Paula Abramo, Sexto Piso, 2020: “... Con mi hija... / la mayor deflagración / de amor fue mirar sus ojos, // sentir el tacto en estambre / de sus dedos, tan finos // ésos: aún sin nombre, / pero de una incontrolable / perfección entera”.
Aunque la portuguesa habla de lo cotidiano con tersura (cocinar, ver a un hombre desnudo, matar un mosquito, recordar a la hija recién nacida), entre líneas sugiere “el desorden mayor del corazón”. Amaral capta las mareas emocionales que detona un día cualquiera. Parece que ella conoce más que yo los florecimientos y las guerras que vivo por dentro.
3. FEMINISMO, LasTesis Colectivo, Quemar el miedo: Un manifiesto, Planeta, 2021: “Tenemos rabia. Rabia ante la invisibilización constante de nuestros abusos. ¿Por qué casi todas las mujeres que conoces han sido víctimas de abuso y los hombres no conocen a un solo abusador? Porque no lo ven. Porque en su privilegio nuestra sangre es invisible”.
Se hicieron famosas cuando en el mundo coreamos “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”. Aquí las chilenas de LasTesis argumentan a favor del aborto como un alternativa a criar solas a hijos no deseados, mientras esperan que la protesta feminista devenga inmensa y sea imposible esquivar la vista. Suscribo ambas expresiones y me uno a su furia por la complicidad masculina que protege a nuestros abusadores. Que nuestra inteligencia los intranquilice. Muchísimo, los intranquilice.
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