Julio Vaqueiro

Crónica de un viaje a Washington

RÍO BRAVO

Julio Vaqueiro *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julio Vaqueiro 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Escribo estas líneas desde el avión. Voy camino a Washington DC. El Presidente ya está allá. Voló de Quintana Roo y llegó este miércoles por la tarde. Yo, ya en el último vuelo nocturno, apenas voy siguiéndole los pasos.

Si no me equivoco, éste es su tercer viaje al extranjero. Primero fue a ver a Trump y habló sobre lo bien que trataba a los migrantes mexicanos; después, hace una semana, fue a Nueva York, a la ONU, y adelantó que presionará al presidente Biden y al Congreso de Estados Unidos para que aprueben una reforma migratoria; ahora, finalmente, López Obrador viene a ver a Biden a la Casa Blanca. Es la primera vez que se encontrarán en persona desde que ocupan estos cargos. ¿Qué pensarán cuando se vean?

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La última vez que hubo una Cumbre de Líderes de América del Norte fue en 2016. Vaya año. Pero qué digo, si luego vino 2020. Tan cierto eso de que siempre las cosas pueden ir peor. Y, pensándolo bien, 2016 para mí fue un buen año: nació mi primer hijo. Pero es inevitable pensar también en aquella campaña presidencial de Estados Unidos.

En 2016, pues, Barack Obama, Justin Trudeau y Enrique Peña Nieto se reunieron en Ottawa, Canadá. En un inicio, los aliados y socios comerciales, de esta parte del planeta, se veían una vez al año. Con el paso del tiempo les pareció demasiado y los encuentros pasaron a ser cada dos años. Nunca había habido una separación de cinco años.

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Son las 8 de la mañana del jueves 18. Caen los primeros rayos del sol sobre el parque Lafayette, del lado norte de la Casa Blanca. El frío lastima hasta los huesos. Aquí acabo de conocer a Eduardo Ortíz, un soldado mexicano del ejército de Estados Unidos. Tiene una energía explosiva, un espíritu de lucha contagioso y una sonrisa gigante. Lo entrevisté porque su historia es apasionante.

Inmigrante michoacano, él es el abanderado de la Casa Blanca. En la inauguración del presidente Biden, el 20 de enero pasado, él llevaba la bandera del ejército de Estados Unidos. Ahora, en la reunión de los Tres Amigos, él llevará la bandera mexicana. Pocas cosas simbolizan tan bien la relación tan estrecha que hay entre México y Estados Unidos.

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11:30 de la mañana, entrevista con el embajador Ken Salazar a las puertas de la Casa Blanca.

“¿Por qué no hay conferencia de prensa al finalizar la cumbre trilateral?”

“Ésa es una pregunta para los organizadores.”

“Se lo pregunto a usted porque parece que también hay muchas diferencias entre los socios y no quieren que haya un momento de preguntas incómodas. Están, por ejemplo, Cuba, Nicaragua, Venezuela.”

“No queremos dejar que eso nos distraiga. En el 90% de las cosas estamos de acuerdo con México. No queremos enfocarnos en las diferencias.”

Reconoce, implícitamente, que los dos países tienen visiones distintas de la democracia.

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Escribo estas líneas a las 4 de la tarde. AMLO está con Biden en la Oficina Oval. Le plantea al presidente de Estados Unidos su visto bueno por su propuesta para un alivio migratorio. Le dice que desde México le dará seguimiento al proceso en el Congreso. La inmigración es el tema más viejo en la relación entre los dos países; el que define el resto de las discusiones; el mayor de los obstáculos. Lo sigue siendo.