Julio Vaqueiro

Quédate en México

RÍO BRAVO 

Julio Vaqueiro *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julio Vaqueiro 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Vuelve el programa Migrant Protection Program (MPP), como le llamó el Gobierno del Presidente Trump. Programa de Protección al Migrante, aunque sea todo lo contrario. También se le conoce como Quédate en México, un nombre que lo describe mejor.

Los gobiernos de Joe Biden y de Andrés Manuel López Obrador llegaron a un acuerdo para reactivar este mecanismo que obliga a los migrantes que solicitan asilo en Estados Unidos a esperar a que se resuelva su caso al otro lado de la frontera.

Durante el mandato de Trump, el Presidente Andrés Manuel López Obrador accedió a aplicar este plan. Biden lo canceló y eso significó una decisión simbólica para terminar con la política migratoria de mano dura del magnate republicano. Con el fin del Quédate en México, Biden ampliaba aún más la brecha entre su Administración y la de su antecesor. Pero una orden judicial lo obliga ahora a retomar el programa.

La reactivación, desde luego, no es unilateral. México juega un papel fundamental: los solicitantes de asilo no se quedan en Estados Unidos, esperan a que sus procesos se resuelvan en territorio mexicano. Por eso ha sido necesaria una negociación que, de acuerdo con el gobierno mexicano, suavizó la medida.

Entre otras cosas, habrá más recursos para albergues y medidas contra el covid 19. A todos se les ofrecerá la vacuna, aunque no será obligatoria. Además, el Departamento de Seguridad Nacional, en Estados Unidos, informó que el acuerdo incluye un compromiso de que los procedimientos migratorios terminen en un plazo máximo de seis meses. El reajuste contempla también una mejor comunicación de los solicitantes de asilo con abogados y establece excepciones para personas particularmente vulnerables.

Es verdad que, al menos en el papel, la nueva versión del Quédate en México luce mejor. Pero es previsible que las localidades fronterizas de México se convertirán, como ocurrió antes, en cuellos de botella, un limbo para miles de personas varadas a la espera de que se resuelva su situación.

En medio siempre quedan los migrantes. Escapan de la pobreza y de la violencia, pero nadie los protoege. No votan en México ni en Estados Unidos, así que ningún político se interesa por ellos. No dejan remesas en México, así que el Gobierno no invierte en protegerlos. No son un grupo de presión, así que la prensa publica sus historias de manera esporádica y anecdótica. No dejan limosna, así que muy pocos en la iglesia se ocupan de ellos. Están, puesto claro, a su suerte y al desnudo.