La fuga hacia adelante de Putin

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El 30 de septiembre, en la misma sala del Kremlin en que 8 años antes se había declarado formalmente que Rusia se anexaría los 271 mil kilómetros cuadrados de la península de Crimea, el presidente Vladimir Putin realizó un evento para anunciar que repetiría el crimen y se anexaría 4 territorios que son parte de Ucrania: Lugansk, Donetsk, Jerson y Zaporiyia. Pero, a diferencia de lo que sucedió en 2014, todo apunta a que esto no es más que una fuga hacia adelante que terminará en un fiasco para el dictador ruso.

La expresión de fuga hacia adelante se utiliza cuando alguien ignora los hechos y advertencias que le indican que sus esfuerzos actuales lo llevarán al fracaso y, en lugar de recapacitar o corregir el rumbo, prosigue por el mismo camino, incluso con más vehemencia, bajo la ilusión de que algo cambiará y logrará sus objetivos. Esta clase de comportamiento irracional puede sucedernos a todas las personas, pero si existe un espacio en el que este pensamiento mágico tiene mayores probabilidades de existir es en el ejercicio del poder cuando no hay límites institucionales, contrapesos u oposiciones efectivas.

Uno de los casos más dramáticos es el de Mao y su “Gran salto adelante” en China, que a finales de los cincuenta y principios de los sesenta obligó a la población a embarcarse en un esfuerzo de industrialización acelerada que terminó provocando la muerte de entre 15 y 30 millones de chinos. En el afán de cumplir con las metas de producción de acero impuestas por Mao, los campesinos fueron orillados a fundir sus propias herramientas del campo y quedar a la deriva. La hambruna fue una consecuencia natural. Nadie se atrevió a oponerse a Mao y su voluntad.

En el caso de Putin, las revueltas que han sucedido después de que comenzó la conscripción de ciudadanos han sido llamativas, pero son menores si se considera el control que el gobierno sigue ejerciendo en la sociedad rusa. El régimen de Putin ha encarcelado, asesinado o neutralizado a prácticamente cualquier persona que amenace al gobierno con su disenso o crítica. No deja de llamar la atención que, por ejemplo, en lo que va del año 16 oligarcas y altos funcionarios de empresas rusas que hicieron cuestionamientos públicos a la invasión a Ucrania han perdido la vida en una increíble cadena de suicidios y accidentes. Dentro de Rusia, nadie se atreve a oponerse a Putin y su voluntad.

Todo esto ha ayudado a que Putin pueda ignorar la realidad, pues es posible que simplemente no la conozca a detalle. Rodeado de un coro de leales y sicofantes, todos dicen obedecer y nadie quiere ser el emisario de malas noticias. En parte, esa desconexión con la realidad es lo que ha provocado una confianza excesiva en unas capacidades militares impresionantes en el papel, pero huecas cuando chocan con la realidad. Mientras Putin hacía su ceremonia de anexión, el ejército ucraniano rodeaba y derrotaba a más de 5 mil soldados rusos en la estratégica ciudad de Liman, a la vez que continuaba su exitosa contraofensiva en múltiples frentes. Putin podrá seguirse fugando hacia adelante, pero en algún punto la realidad, terca como es, se hace imposible de ignorar.