Hermano, cayó la ley

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Donald Trump dejó la presidencia de Estados Unidos hace menos de dos años, pero su presencia e influencia no ha dejado de sentirse ni un solo segundo en la política estadounidense.

Durante los últimos días, los múltiples avances de las causas legales en su contra han abierto uno de los momentos más tensos y paradójicos en la vida pública de Estados Unidos, pues a pesar de que la ley ha tocado directamente a su puerta para exigirle cuentas, esto le ha permitido intensificar el discurso que anima a su base electoral.

Donald Trump no tiene uno, ni dos, ni tres casos legales en su contra. Además del cateo que el FBI realizó en su mansión de Mar-a-Lago para decomisar múltiples documentos clasificados que el expresidente se negaba a entregar —entre los que se señala que incluso hay información sobre armas nucleares—, en esa misma semana tuvo que presentarse ante la Fiscalía de Nueva York para responder sobre las investigaciones de fraudes financieros y fiscales de la Organización Trump. Cuando era candidato y también como presidente, Donald Trump se dedicó a fustigar de manera incansable a cualquier opositor que utilizase la 5ª Enmienda en algún procedimiento en su contra para evitar incriminarse, acusándolo de ser culpable, pero en este último proceso el expresidente respondió más de 400 veces a los señalamientos de las autoridades con un silencio sepulcral después de adherirse a ese mismo instrumento jurídico.

También continúa el proceso de la Cámara de Representantes para determinar la responsabilidad de Trump en el asalto de sus fanáticos al Capitolio el 6 de enero de 2021. Igualmente, siguen los procesos sobre los posibles delitos electorales que cometió al presionar a autoridades del estado de Georgia para intervenir en el conteo de votos, así como los múltiples casos y demandas por difamación, abuso sexual y una multiplicidad de conductas punibles que el exmandatario ha acumulado a lo largo de su carrera.

Y a pesar de que cada caso parece implicar una conducta peor que la anterior, la polarización política y la irrealidad de la que se alimenta el populismo ha permitido que el magnate siga adelante, descalificando incluso la evidencia más incontrovertible para convertirla en un arma que lanza de vuelta a sus adversarios. La históricamente baja popularidad del gobierno de Biden, junto con un escenario electoral que se calienta conforme se acercan las elecciones intermedias que están a menos de 3 meses, ha permitido que Trump utilice cada nuevo avance judicial para victimizarse como el objeto de una persecución política en su contra. Cada teoría de conspiración política que alimenta al movimiento trumpista siempre encuentra la manera de integrar cada nuevo hecho a su narrativa, por lo que Trump mantiene el respaldo de sus fanáticos.

Sin embargo, esto tiene graves riesgos para la estabilidad política de Estados Unidos, pues esta disociación entre la realidad y el discurso de Trump sólo abre un abismo en el que, conforme eventos como el cateo de sus propiedades o su participación física en los juicios se hagan más frecuentes y se acerque la posibilidad de que incluso acabe tras las rejas, la fantasía en que viven sus seguidores vuelva a ser una pradera lista para incendiarse.