La importancia geopolítica de Kaliningrado

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El estudio de los efectos de la geografía y las disposiciones del territorio de una región en la política, también conocida como geopolítica, es una de las herramientas más poderosas para analizar las tensiones y conflictos de muchos lugares del mundo. Dentro del abismo que comienza a separar a los países europeos de Rusia, el enclave de Kaliningrado es uno de los puntos que promete ser el foco de las disputas más relevantes fuera de Ucrania.

La geopolítica de Kaliningrado comienza por su ubicación como enclave ruso, es decir, como una parte del territorio de ese país que se encuentra fuera de sus fronteras principales. En este caso, Kaliningrado es un territorio de 15 mil kilómetros cuadrados (poco más que el tamaño de Querétaro), habitado por un millón de habitantes y con fronteras con dos países integrantes de la OTAN, al norte con Lituania y al sur con Polonia, además de una salida al Mar Báltico, la masa de agua compartida con Finlandia y Suecia cuya única salida al oeste conecta con el océano Atlántico. Igualmente, a sólo 70 kilómetros de distancia se encuentra Bielorrusia, un gobierno títere del régimen de Putin, por lo que existe una franja de tierra, denominada como el Corredor Suwalki, que es una de las posiciones estratégicas más difíciles de defender por la OTAN, pues un ataque ruso podría tomar rápidamente esos 70 kilómetros para aislar por completo a Lituania, Letonia y Estonia del resto de los países europeos.

Este pedazo de tierra —que desde la Edad Media se conoció como Köenigsberg, perteneció a Prusia y fue el hogar del que el filósofo Immanuel Kant jamás salió— fue arrebatado a Alemania por Stalin en 1945 y rebautizado como parte de las negociaciones al terminar la Segunda Guerra Mundial. Debido a que las aguas de este territorio no se congelan durante el invierno, como sí lo hacen en el puerto de San Petersburgo, se convirtió en uno de los puertos comerciales y militares más importantes de la Unión Soviética, pues le dio acceso al Atlántico todo el año. Sin embargo, para poder llegar a este territorio desde Moscú, los únicos caminos son por mar (lo que se hace imposible desde el territorio principal de Rusia en invierno) y por una línea de ferrocarril de más de mil kilómetros que transita por Bielorrusia y por Lituania.

Y aquí es donde la geopolítica de Kaliningrado presenta sus ventajas y desventajas, pues debido a esta posición privilegiada, pero tan vulnerable, en este territorio se sienten de manera diferenciada las sanciones impuestas por los países europeos. Desde el pasado 17 de junio, Lituania comenzó a aplicar la cuarta ronda de sanciones contra Rusia, por lo que algunas mercancías clave, como los materiales de construcción, carbón o equipamiento tecnológico, no pueden transitar por el territorio lituano. Igualmente, en diciembre entrarán en funcionamiento las restricciones al petróleo y gas ruso. No se trata de un bloqueo total, pues personas y el resto de bienes fuera de las restricciones pueden transitar libremente, pero la amenaza es tal que las autoridades rusas han amenazado con “graves consecuencias” por esta decisión. No es claro qué hará el régimen de Putin, pero la desesperación rusa por la situación de este enclave es real.