Leonardo Núñez González

La OTAN y Ucrania: de Bucarest a Vilna

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Leonardo Núñez González
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La semana pasada se llevó a cabo la cumbre anual de la OTAN, que en esta ocasión se organizó en Vilna, la capital de Lituania. Muy lejos ha quedado la declaración del presidente francés, Macron, de que la Organización del Tratado del Atlántico Norte se encontraba en estado de “muerte cerebral”; hoy, atizada por la guerra de Putin con Ucrania, la OTAN tiene 2 miembros más que hace dos años y ha entrado en una fase de revitalización que muestra el fracaso de Putin para dividir a un bloque que hace poco se veía al borde de la inoperancia.

La entrada de Finlandia a la OTAN ya había sido un hecho desde abril, pero sobre Suecia aún había un último freno, pues el Gobierno de Turquía seguía vetando la entrada del país nórdico a la alianza. Pero en el comunicado final se indica que esta resistencia ha sido superada, por lo que Rusia enfrenta una derrota más, pues ahora tiene que ver cómo el mar Báltico se convierte prácticamente en un “lago de la OTAN”.

El tema más polémico de la cumbre ha sido el de Ucrania, que lleva años aspirando a convertirse en miembro pleno de la OTAN. Hay un antecedente muy importante, pues en la cumbre de 2008, en Bucarest, se negó la aplicación de Ucrania y Georgia para integrarse a la alianza. Se declaró que “Ucrania formará parte de la OTAN en el futuro”, pero no se le otorgó un Plan de Acción para la Membresía (MAP), que indica un camino claro hacia la adhesión. La decisión se basó en el argumento de que aún se debían realizar más reformas democráticas y resolver sus conflictos internos y regionales. La postergación del ingreso de Ucrania a la OTAN fue vista como una concesión a Rusia, que había amenazado con tomar medidas si se aceptaba la candidatura ucraniana. Esa decisión abrió la puerta al régimen de Putin, que años después comenzaría a arrebatarle territorio a Ucrania sabiendo que no tenía un camino seguro hacia la OTAN.

Por eso era importante la cumbre de Vilna, pues ha ofrecido una mayor claridad y flexibilidad al proceso de integración de Ucrania. La OTAN ha decidido eliminar el requisito del MAP para Ucrania. Además, ha mencionado explícitamente el concepto de “invitación” a unirse a la alianza, lo que supone un compromiso más firme que el de “perspectiva” o “aspiración” que se usaba anteriormente.

No obstante, la OTAN no ha fijado una fecha concreta para el ingreso oficial de Ucrania, sino que lo ha condicionado a que se cumplan unas “condiciones” que no se han especificado. Estas condiciones podrían estar relacionadas con las reformas democráticas, el cumplimiento de los estándares de la OTAN, la resolución del conflicto con Rusia y el consenso interno en Ucrania.

La parte más difícil será llegar al fin del conflicto con Rusia, pues sin ello, la OTAN difícilmente permitiría la llegada de Ucrania a la alianza. La cooperación actual para suministros y equipos militares permite que el régimen de Zelenski pueda sentirse optimista, pero sigue habiendo incertidumbre sobre su camino a la OTAN. Ucrania hoy no tiene otro camino más que tratar de ganar la guerra.