A los hijos hay que enseñarles algunas cosas

COLUMNA INVITADA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Hay cosas que a los hijos hay que enseñarles, no hay vueltas. De las que no se enseñan me ocuparé en mi próxima columna, dentro de dos semanas.

En cuanto a las que se enseñan, increíblemente, me he topado muchas veces con padres que no estaban al tanto o se le pasaban por alto algunas enseñanzas básicas para transmitirles a sus hijos. La idea que tenían al respecto, no exenta de inocencia infantil, era que esas cosas los niños las iban a aprender solos. Pero bueno: parece que la tendencia al borramiento de la responsabilidad de todo aquel que circunstancialmente está a cargo de algo, como pasa con los padres respecto de la vida de los hijos mientras son menores, marca tendencia en estos días.

Una de las quejas recurrentes de mamás y papás de hijos recién nacidos, incluso sorprendentemente no solo de padres primerizos -es decir que cuando yo escuché sus quejas ya habían hecho el desastre respectivo con el o los hijos anteriores- está referida a la dificultad de los chiquitos para conciliar el sueño por las noches. Claro, cuando uno pregunta, resulta que los dejan dormir hasta el mediodía -algunas veces porque ellos mismos, los padres, son dormilones- e incluso durante el día, o bien, los excitan a la noche, cuando es la hora de que vayan a la cama. 

“Windows se está cerrando”

En ese momento de cierre del día, en lugar de llevarlos a la habitación, disminuir la intensidad lumínica y otras efervescencias de la casa, para enviar las señales inequívocas de que “Windows se está cerrando”, más bien parece que empezara la fiesta. Entonces, de repente un padre medio maníaco alza al chiquito y lo revolea por los aires, o la mamá “lo franelea” más de la cuenta, o la casa es un conventillo donde nadie en su sano juicio podría descansar.

Por si acaso algún lector no lo había notado, lo que digo es que el hábito del horario de ir a dormir está anudado al horario en que hay que levantarse y al clima que se propicia en el hogar, y que todas esas disposiciones, que estén allí a la hora y en el momento indicado -silencio y a la cama, levantarse, etc.- depende de los adultos a cargo, es decir, de quienes están en función parental. 

A los hijos hay que enseñarles algunas cosas
A los hijos hay que enseñarles algunas cosasIlustración elaborada con un dibujo de Roger Duvoisin.

“Mi hijo no lee”

“Mi hijo no lee” o “mi hijo no hace la tarea” son otras de las quejas habituales de los padres y las madres. Creo que ya se habrán dado cuenta cuál es mi posición al respecto. ¿Por qué habrían de leer, por qué habrían de ser responsables con las tareas escolares si no les enseñan esas conductas los padres?

En cuanto a cómo se enseñan, por supuesto, en algún momento es necesaria la directiva: “Haz la tarea”. Con respecto a leer es más difícil, ya que se trata de una actividad que no debería obedecer a la obligatoriedad. Sin embargo, aun la orden más firme y coercitiva, si no está sostenida desde el ejemplo por quien la imparte, está destinada al completo fracaso. 

Mejorar a los padres

Alguien me podría decir que ya a esta altura no tiene que hacer tareas escolares. Ese es el nombre de las responsabilidades para los hijos estudiantes; ninguno de nosotros, aunque ya no las llamemos tareas escolares, está exento de tener que responder a obligaciones y demandas ineludibles, deberes. Todas nuestras conductas y actitudes serán leídas, escaneadas, sopesadas, evaluadas, juzgadas por nuestros hijos.

Por eso, cuando demos una directiva, esta tendrá el alcance efectivo de hasta dónde nos haya atravesado a nosotros mismos la responsabilidad en lo que respecta a aquello que nos corresponde. En cuanto a la lectura es más claro. ¿Por qué habría de ser lector un hijo nuestro si nunca nos ha visto leer a nosotros? En definitiva, se enseña con el ejemplo. Al lado del poder educativo de los actos, los enunciados prescriptivos son pura cháchara.

Su hijo es su hijo, señora. Su hija es su hija, señor. ¿Usted quiere que mejore en algunos aspectos? ¿No le gusta del todo cómo es? Entonces mejórele los padres.

* Psicoanalista. Doctor en Psicología. Magíster en Psicoanálisis. Especialista en Psicología Clínica. Profesor y Licenciado en Psicología (UBA). Entre otros libros, ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021); La función social de la esquizofrenia. Una perspectiva psicoanalítica (Eudeba 2020); Clínica de la elección en psicoanálisis. Vol. I y II (Letra Viva 2013).