Mauricio Leyva

La literatura mexicana y la realidad social

FRONTERA DE PALABRAS

Mauricio Leyva*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mauricio Leyva
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Si nadie te garantiza el mañana, el hoy se vuelve inmenso.

Carlos Monsiváis.

La literatura mexicana ha reflejado la realidad social de nuestro país desde hace muchos años; de forma notable floreció en la generación de los hombres de la reforma en un periodo en el cual, algunos expertos señalan sus inicios cuando intelectuales como Ignacio Manuel Altamirano abordan temas que preocupaban y ocupaban a quienes habían defendido a la República, tanto en el campo de batalla como en la tribuna, y en los proyectos nacionales que anhelaban la integración laica del pueblo. Desde entonces conocemos obras en diferentes géneros que denuncian la naturaleza humana de los políticos, de los líderes sociales o incluso de los héroes y caudillos. El resplandor, de Mauricio Magdaleno; El llano en llamas y Pedro Páramo, escrita por Juan Rulfo de innegable contenido social ,lo mismo que Los bandidos de Río Frío, de Manuel Payno, la propia obra del Ulises Criollo, de José Vasconcelos, que en gran medida no sólo es el retrato biográfico de nuestro intelectual, sino de toda una época. En el teatro, El gesticulador, de Rodolfo Usigli; La suave patria, de Ramón López Velarde, en la poesía; en el guion de cine y en una larga y poderosa lista de hombres y de mujeres que durante más de cien años se han jugado la vida a través de la literatura. Simple y sencillamente en el teatro, en las carpas, en la profunda tradición de representar a la llamada “tragicomedia mexicana” podemos encontrar escritores, artistas, actores y periodistas que han señalado los errores y las fallas de los gobernantes.

Censurados, exiliados, perseguidos e incluso privados de su vida han dejado precedentes desde su personalísima forma de expresión, de aquellas inconformidades que lastiman al pueblo y que no les gusta ni leer, ni escuchar a quienes no toleran la inteligencia ajena, ni saben convivir con la crítica o el talento. Ejemplos de esto, lamentablemente, podrían poblar una región entera ya que la crítica y la denuncia existen en casi todas la áreas de nuestra vida, que van desde el campo hasta la narcoviolencia, y para cada problema hay voces, hombres y mujeres que llenan los campos fértiles de nuestros géneros. En esta columna hemos abordado algunas de estas obras literarias en donde la voz de antaño destaca por su vigencia, a pesar del contexto las problemáticas parecen ser las mismas, las conductas de los dirigentes se asemejan acortando la distancia de los años y casi como un conjuro aquellas “gesticulaciones” a las que se refería el maestro Rodolfo Usigli siguen formando parte del drama mexicano, el gran impostor César Rubio personaje de la obra teatral que roba la identidad de un héroe de la Revolución Mexicana, continua representado y la pregunta que se formula en El gesticulador sigue en el aire:

“¿Quién es cada uno en México? Dondequiera encuentra impostores, impersonadores, simuladores, asesinos disfrazados de héroes, burgueses disfrazados de ladrones, ladrones disfrazados de diputados, ministros de sabios, caciques disfrazados de demócratas, charlatanes disfrazados de licenciados, demagogos disfrazados de hombres. ¿Quién les pide cuentas? Todos son unos gesticuladores hipócritas”.

Al leer estas líneas no podemos dejar de pensar en la profunda y dramática veta que significa la realidad social y política de la patria que nos duele y que desafía la imaginación de las mentes más atrevidas de nuestro quehacer artístico.