Mónica Argamasilla

La figura de la madre en la literatura

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Las madres son y han sido una figura vital a lo largo de la historia, y la literatura se ha encargado de dejar un testimonio. Son muchas las clases de madre que se han ido retratando según la época y la cultura, dando paso a distintos modelos que se han logrado inmortalizar.

Una de las madres más emblemáticas de la literatura es Úrsula, la matriarca de la familia Buendía, en la legendaria obra de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad. Aquí se retrata a la madre latinoamericana por excelencia, la figura en la cual gira toda la familia, hijos, marido y nietos. Una mujer fuerte que lucha al lado de un marido soñador para sacar adelante a su familia, y que sabe lo que cada uno necesita por pura intuición.

Las madres siempre han sido pilares de la sociedad. Desde Isabel Moctezuma, la madre de la conquista, del mundo mestizo, hasta las madres que en la guerra lo han sacrificado todo, renunciando a sus raciones de pan para alimentar a sus hijos, incluso sacrificando su vida por ellos, En algunas historias, incluso, tenemos el ejemplo de madres que se han separado de sus hijos para salvarlos de la guerra, enviándolos al extranjero para que puedan estar a salvo, como fue el caso de las madres judías en la Segunda Guerra Mundial, o las madres republicanas en la guerra civil española.

Las madres son símbolo de sacrificio y mucho trabajo. Madres que han tenido que sacar a sus hijos adelante sin la figura paterna, incluso en sociedades donde la mujer no tiene derechos, como en El libro de mi destino, de Parinoush Sainee, Aquí, Masumed, tras obedecer a los hombres de su familia en plena revolución de Irán, se queda sola y debe sacar a sus hijos adelante con los pocos recursos que una sociedad machista brinda a las mujeres, para después terminar siendo víctima del nuevo sistema e incluso de sus hijos. O en la historia de Pachinko, donde una madre coreana emigra a Japón en busca de oportunidades: varias generaciones honrarán la fuerza de la matriarca que logra ver el fruto de su esfuerzo, en un mundo que no tolera a los inmigrantes.

Madres peculiares, como la que retrata Alejandro Palomas en Una madre, donde la matriarca es una mujer despistada que a veces parece hija de sus propios hijos, pero que en los momentos decisivos saca la casta para protegerlos.

O la emotiva historia de Madre que estás en los cielos, de Pablo Simonetti, donde una madre moribunda busca el perdón y la reconciliación de sus hijos.

Pero la maternidad no siempre ha sido un tema de amor y sacrificio, también hay historias de madres que se cuestionan el instinto maternal. En La hija única, de la mexicana Guadalupe Nettel, tres mujeres nos dan una visión distinta acerca de la maternidad. La que es víctima de la violencia doméstica y no es capaz de cuidar a su hijo, hasta la madre que debe hacer frente a una maternidad distinta, con una hija enferma que desde el momento de su nacimiento le han anunciado que pronto morirá. La tercera mujer es la que ha decidido no ser madre, en una sociedad donde se juzga a las mujeres que han renunciado a la maternidad por voluntad propia.

También tenemos el caso de madres que no han sabido amar a sus hijos, que no encuentran esa semilla de cariño que “debe” ser instintivo en las mujeres. En Los abismos, de Pilar Quintana, hay una madre depresiva que no es capaz de cuidar a su propia hija, o en El instinto, de Ashley Audrian, donde la madre cuestiona su propia capacidad de amar a un hijo.

Sea cual sea la figura de la madre, siempre es un personaje que funciona como motor en la realidad y en la ficción, el pilar de la sociedad de la cual todos formamos parte. ¡Felicidades a todas las mamás!