Mónica Argamasilla

Los mitos griegos y la literatura

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Dicen que no hay nada nuevo bajo el sol, y eso se aplica a la vigencia de los temas clásicos en la literatura. Las emociones y las necesidades de los seres humanos son las mismas sin importar la época, lo único que cambia es la forma de tratarlos.

Los griegos ya lo dijeron todo; exploraron el alma humana con su filosofía, y tocaron los vicios y debilidades del ser humano por medio de sus poemas épicos y de sus mitos, los cuales se expusieron de manera magistral por medio de sus tragedias.

La mitología griega nace como todas las religiones, por la necesidad de explicar el mundo, entender la razón de los fenómenos naturales y las pasiones humanas.

El mundo era un caos, entonces Urano y Gea lo gobernaban; Urano fue derrocado por su hijo Cronos, a quien una profecía le revela que uno de sus hijos lo derrocará a su vez. Tratando de engañar al destino, se comió a cada uno de los hijos que le dio Rea, su esposa, hasta que ella, cansada de entregar a cada uno de sus hijos, esconde al más joven, Zeus, dándole a Cronos una piedra envuelta en un pañal para que se lo comiera. Cuando crece Zeus, su madre le habla de su origen y de la profecía, así que se enfrenta a su padre, a quien dándole un brebaje, obliga a vomitar a cada uno de sus hermanos dando pie a la guerra de los Titanes, donde Zeus gana para gobernar la Tierra, a su vez Hades, su hermano, lo hará en el inframundo y Poseidón, en los mares. Zeus vivirá en el Monte Olimpo y desde ahí gobernará junto con los otros dioses, los cuales son inmortales y tienen las mismas virtudes y vicios que los seres humanos. No son perfectos.

Todo esto se fue transmitiendo de manera oral, es decir, de boca en boca; es por eso que algunos mitos cambian según el historiador o trágico, las versiones no siempre coinciden.

Para entender la mitología griega, es vital comprender el destino, esa fuerza intangible sobre la cual nadie tiene poder alguno, ni siquiera Zeus. Éste es determinado por las Moiras, que son las encargadas de hilvanar y determinar el largo del hilo de la vida de cada ser humano. Es por esto que la mayoría de las tragedias griegas tienen que ver con el destino y aquel que queriendo burlarlo, se enfrenta a terribles consecuencias.

El oráculo hablaba del destino, cualquier personaje que se atreviera a modificarlo, se encontraría que el destino ya está determinado y no se puede alterar.

La mayoría de los mitos que conocemos hoy se conservan a través de las tragedias. Éstas se escenificaban durante el festival de Dionisio, el dios del vino. Éste se realizaba antes de la cosecha, la gente celebraba y asistía al teatro, donde concursaban los mejores trágicos. Las obras debían producir una catarsis en el público, es decir, una purificación de sentimientos. Hablaban de mitos e historias que recogían lo vivido por personajes notables, reyes o dioses, quienes muchas veces trataban de burlar al destino, como fue el caso de Edipo, quien no pudo escapar de su destino y acaba matando a su padre y casado con su propia madre. Las tragedias se presentaban en series de tres. Las mujeres no podían actuar, se usaban máscaras para que los actores pudieran dar vida a los personajes femeninos y el coro jugaba un papel fundamental, representaba la voz del pueblo.

No todas las tragedias se conservan hoy, muchas se perdieron con los años; durante el Renacimiento se rescataron algunas; se sabe que faltan muchas porque hay registros de los ganadores de cada año. Los más grandes trágicos fueron Esquilo, Sófocles y Eurípides.

Los griegos son la piedra angular de la literatura moderna, constituyen el cimiento sobre el cual nuestras historias tienen una sólida base.