Mónica Argamasilla

El poderoso amor y la literatura

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El amor es la fuerza que lo mueve todo, o por lo menos es lo que nos han hecho creer, y una de las grandes culpables siempre será la literatura. Pero el amor en los libros no siempre es el ideal, el Romanticismo, una corriente literaria de principios del siglo XIX, pintaba un amor trágico, un amor que siempre era imposible y marcaba la vida sin esperanza del protagonista. Libros como Cumbres borrascosas son el ejemplo del amor imposible que trasciende en el tiempo.

También hay movimientos que hablan de un amor más romántico, aquel que ni la distancia ni los años pueden borrar, como en la hermosa novela de Ángela Becerra En el penúltimo sueño, o Días sin ti de la española Elvira Sastre. 

Pero para hablar de amor, nada como la literatura francesa, que en su cadencia y elegancia dibujan un amor que se materializa de un modo original. La mujer de la libreta roja, de Antoine Laurain, es el ejemplo perfecto de la novela corta y el amor parisino. 

“Los libros armonizan con nuestro estado de ánimo, si son lo que necesitamos en ese momento, vibramos con ellos”, afirma Cristina Petit en Algo parecido al verdadero amor, una novela con un tono esperanzador que se centra en la magia del amor.

Amores que suceden en los peores momentos, en periodos de guerra y desolación. El jinete de bronce, de Paullina Simons, narra una historia épica que transcurre durante el asedio en Leningrado, en plena guerra mundial. Los periodos de guerra también sacan lo mejor de nosotros mismos, sentir la muerte tan de cerca, nos hace sentir mucho mas vivos. 

La esposa del prisionero, de Maggie Brookes, es el ejemplo perfecto de que ni el ejército enemigo puede frenar un sentimiento tan puro como el amor. La protagonista decide seguir a su esposo hasta un campo de prisioneros de guerra haciéndose pasar por hombre para no separarse jamás. 

Amores que rompen la barrera de la edad como La tregua, de Mario Benedetti, donde la diferencia generacional viene a alegrar la vida de un hombre cuya inminente jubilación lo preparaba para ya no esperar nada de la vida. 

Amores históricos, como el que recrea Allison Pataki en Destino de una reina, narrando la fallida historia de amor entre Napoleón Bonaparte y su primera novia, Désirée Clary, quien se convertiría en reina de Suecia. 

Amores que no se olvidan La memoria de la lavanda, de Reyes Monforte, o La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero, son historias de amor que son un homenaje. Protagonistas que tras la viudez buscan reconstruir una vida sin el ser amado, construirse de nuevo entre recuerdos y soledad. 

Novelas que nos hacen soñar que el amor puede romper las reglas sociales, como en La cocinera de Castamar, donde el lector sufre y goza con la historia entre la cocinera y el duque. 

La magia de la vida, de Viviana Rivero, es una novela cuya historia de amor da esperanza a los lectores, una mujer que huye de su tierra para encontrar sentido a sus días y se encuentra con un regalo inesperado. 

Pero la literatura también tiene lugar para los amores contados con humor y finales felices. Jóvenes que encuentran el amor en este mundo que vive a prisa y a fondo, Depa para dos, de Beth O’Leary, o Un cuento perfecto o El arte de engañar el Karma, de Elisabeth Benavent, son el ejemplo perfecto de que el amor llega de las formas más inesperadas.

Sea cual sea la imagen del amor, siempre será un tema recurrente en la literatura, porque al final, los libros son un reflejo de nuestras propias necesidades, y soñar con encontrar y vivir un amor de cuento siempre será un tema atractivo para los lectores.