Mónica Garza

Los migrantes ucranianos colmados de privilegios en Tijuana

GENTE COMO UNO

Mónica Garza*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Garza
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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“La última estación antes de llegar al destino que salve su vida”, es como ven a Tijuana miles de migrantes que huyen de un país en conflicto, una nación fraccionada, devastada en sus regiones.

Ciudadanos que corren de un lugar y un gobierno que les arrebató la paz, oportunidades y derechos, como Venezuela, Honduras, El Salvador, Guatemala, Haití, y ahora Ucrania.

Pero los ucranianos son migrantes particulares que llegaron a estrenar un fenómeno no tan común en México, el de los refugiados privilegiados. ¿Será porque son europeos y güeros? ¿porque la invasión rusa en su país se lleva las portadas de los más importantes diarios en el mundo todos los días? ¿o todo junto?

¡Quién sabe!, pero la realidad es que sus condiciones de estadía en nuestro país —mientras consiguen su pase legal a los Estados Unidos— resultan distintas a los migrantes de otras nacionalidades. Como si se tratara de migrantes de primera, sobre unos de tercera clase.

Hasta el 30 de marzo pasado, la asociación civil Border Youth reportaba la llegada de 3 mil ucranianos —entre 150 y hasta 350 por día— luego de recorrer unos 10 mil kilómetros desde la frontera de Ucrania hasta Tijuana, en un viaje que cuesta varios miles de dólares, entre vuelos, escalas para dormir y alimentos.

“Ya vienen apoyados por sus familias de Estados Unidos y tienen todo el apoyo de organizaciones norteamericanas aquí en Tijuana, mientras que los centroamericanos tardan aproximadamente un mes en llegar aquí, porque cruzan caminando, en camiones, como pueden”, asegura Andrea Rincón directora de Border Youth, evidenciando la brecha económica que marca una diferencia notable en el trato a los migrantes de esta nacionalidad.

Hace apenas dos meses que fue desmantelado un campamento de migrantes ubicado fuera de la garita El Chaparral —por donde cruzan caminando hacia Estados Unidos—, formado a inicios de 2021 y donde había alrededor de 400 personas, en su mayoría centroamericanos y mexicanos.

El motivo del operativo que los “invitaba” a recoger sus pertenencias fue, de acuerdo a la alcaldesa Monserrat Caballero, “la salud y seguridad” de quienes ahí se encontraban.

En contraste, hace unos días fue instalado un albergue de la Unidad Deportiva Benito Juárez, en el centro de Tijuana, para recibir dignamente a los refugiados ucranianos, quienes quedaron maravillados con la bienvenida, sobre todo por parte de la policía local, que los ha llenado de cuidados y facilidades.

Refugiados ucranianos en un albergue de Tijuana, el miércoles pasado.
Refugiados ucranianos en un albergue de Tijuana, el miércoles pasado.Foto: Cuartoscuro

Muy distinto al escenario que han vivido los migrantes centroamericanos, muchos de ellos denunciantes por la vía jurídica de abusos policiales y de las autoridades mexicanas de migración.

“Es preocupante que el color de la piel marque esta división y se les dé prioridad a unas personas sobre otras, cuando todas tienen el mismo derecho a solicitar el asilo humanitario”, me insistió Andrea Rincón.

El éxodo ucraniano motivado por la devastadora invasión rusa, ha traído a nuestro país a miles de personas, que al igual que los otros han perdido todo, pero acá ganan derechos por encima de otros en su misma condición, con la ventaja del color de su nacionalidad.

Unos huyen de la guerra contra una potencia que los aplasta, y los otros de la guerra contra el narcotráfico y la trata, contra el hambre y la tiranía de sus gobiernos; pero no cuentan con el mismo trato, ni con los mismos derechos.

La primera es una guerra terrible y sangrienta, pero muy mediática, mientras que la otra está ya tan normalizada, que casi no tiene reflectores. La primera involucra intereses políticos y de imagen como potencia mundial del gobierno de Estados Unidos, mientras que la otra, las víctimas son estorbos sobre los que recae una política como el Título 42, que permite la expulsión inmediata de los migrantes que ingresan a través de Canadá y México hacia Estados Unidos.

Pero los ucranianos no parecen incomodar tanto en la línea de cruce a la Unión Americana como los centroamericanos o los propios mexicanos, que parecen no tener el mismo derecho a la misma dignidad para su petición de asilo humanitario, por las condiciones en las que llegan a esa frontera.

En teoría no debería de haber migrantes de primera y de segunda, pero en la práctica claramente los hay y hoy los privilegiados son los ucranianos que han llegado a Tijuana.

Curiosamente, éste es un fenómeno en el que fácilmente se ponen de acuerdo en ambos lados de la frontera, porque la estancia de los ucranianos es mucho más breve en México y tienen más facilidades para ingresar legalmente a Estados Unidos.

Esto pone de manifiesto una política discriminatoria injustificable en México, xenófoba, en un tema indiscutiblemente de discriminación racial, del que deberíamos estar seriamente avergonzados.