Montserrat Salomón

Biden retoma el rumbo

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
Montserrat Salomón
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Se dice que muere el mentiroso, pero no sus mentiras, y es cierto. Esta semana Donald Trump dejará de ser el Presidente de Estados Unidos, pero el daño que ha hecho con sus políticas, su incitación al odio y la división, y sus mentiras perdurará por muchos años. Ésta es la herencia que tendrá Joe Biden: un país dividido, enfermo, crispado y confrontado, con pobres alianzas hacia el exterior y una crisis económica equiparable a la Gran Depresión.

Una de las mentiras más dañinas de Trump ha sido la de haber ganado la elección presidencial. Claramente la perdió, pero sus actos convencieron a medio país de lo contrario poniendo en peligro la transición democrática e incitando a la violencia, causando muertes en el camino. En este escenario, la inauguración de la administración Biden está bajo la lupa y sus acciones serán tomadas como ilegítimas por una gran fracción de los estadounidenses, prolongando el caos y la división que fomentó Trump.

Biden planea arrancar su periodo con fuerza, rechazando a Trump con una oleada de decretos que marcarán la pauta y darán un golpe de timón en terrenos clave: volverá a unirse al Acuerdo de París en torno al cambio climático, levantará las restricciones migratorias para países con mayoría musulmana y mandará al Congreso un proyecto de ley migratoria. El simbolismo es claro: se tratará de una administración que buscará la cooperación internacional, las medidas ecológicas, denunciará el racismo y buscará alguna solución migratoria diferente a la política de separación de familias de Trump (aunque este punto es el menos desarrollado y más mercadológico de los anunciados).

Biden tratará de gobernar para la demografía ascendente en su país: una población diversa, preocupada por las políticas internacionales, el planeta, la inclusión y las libertades. Con esto, rompe lanzas con la base de Trump, aunque realmente el neoyorquino ya se había encargado de hacer esa reconciliación imposible. La esperanza de un clima menos tenso estará en que la dupla Biden-Harris logre convencer al centro político de que sus políticas no estarán influidas por la extrema izquierda, sino que se mantendrán en una postura mesurada y dialogante. De lograr esto, la división entre la derecha y la extrema derecha de Trump podría marcar el camino hacia una estabilización del país.

Biden tiene la oportunidad de ser un presidente de transición que logre apaciguar las aguas y permitir que el o la que lo siga —sea del partido que sea— pueda mantener una postura democrática no extremista. Deberá alejarse de las posturas más extremas dentro de su propio partido y acercarse al centro más conservador. Sólo así podrán sanar las heridas abiertas por el populista autoritario que aún hoy ocupa la Casa Blanca.