Montserrat Salomón

COP27 ¡Acuerdo inédito!

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La Conferencia de las Naciones Unidas en torno al Cambio Climático (COP27) termina en Egipto con un pequeño rayo de esperanza. En general, estas conferencias suelen generar expectativas enormes en el público que se ven frustradas por los casi insignificantes acuerdos a los que se llegan y la falta de seguimiento que las naciones tienen en los años posteriores. Sin embargo, en esta ocasión por fin se acordó la creación de un fondo de pérdidas y daños con miras a compensar a los países más afectados por el impacto del cambio climático.

La propuesta de la creación de este fondo llevaba años en la mesa, pero no se había contado con la voluntad política para aprobarlo. Principalmente los países ricos, que coincide que son los que mayores emisiones contaminantes arrojan a la atmósfera, se habían opuesto. Los países más afectados por el cambio climático son, en general, países con pocos recursos y baja industrialización, que contribuyen poco al calentamiento global, pero que reciben gran parte de los fenómenos climáticos adversos derivados del mismo.

La aprobación de este fondo implica una inédita comprensión del compromiso global que tenemos unos con otros. El calentamiento global es un problema planetario en el que debemos actuar como una unidad: como la raza humana, y no como miembros de tal o cual país. Sin embargo, incluso si pensamos en consideraciones menos utópicas, los mismos países industrializados tienen razones particulares para evitar el colapso de países tropicales. La migración por causa del clima, revestida de pobreza, violencia y falta de oportunidades, es uno de los problemas más acuciantes de la actualidad. Si los países ricos quieren detener este fenómeno, han de invertir para que la vida sea posible en los países de origen de estos millones de personas.

El cambio climático avanza aceleradamente mientras que los acuerdos internacionales van a paso de tortuga. A este acuerdo le hace falta quizá años de deliberaciones en los que se definan aportaciones, vías de recaudación, criterios para otorgar apoyos y los montos a repartir. La guerra en Ucrania no ayuda a este escenario ya que pone a las naciones en alerta ante la amenaza de una escalada del conflicto y de una recesión económica. La cautela se siente en el ambiente y los compromisos pecan de ser extremadamente cautelosos.

Aunque es una gran noticia este acuerdo, es endeble ante la situación política actual. Hace unos años EU, Rusia y China estaban alineados para presionar a sus pares industrializados y productores de petróleo para comprometerse por el clima. Hoy la guerra, las elecciones y la inestabilidad económica hacen tambalear la mesa. Esperemos que este acuerdo se cristalice antes de que sea demasiado tarde.