Montserrat Salomón

La eterna corrupción de Trump

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El caso criminal abierto contra el expresidente Donald Trump en el estado de Georgia es el más peligroso para el magnate. Este caso, basado en sus intentos de influir en los funcionarios electorales para que le “encontraran” los 12 mil votos que necesitaba para ganar, presenta peculiaridades que le preocupan realmente a su equipo legal.

Alterar los resultados electorales puede llevarlo a la cárcel tanto como los casos de fraude y otras monadas que ha cometido en su larga y cuestionable historia en los juzgados, pero esta causa es estatal, por lo que, de llegar a la presidencia nuevamente no podría autoindultarse para salirse con la suya.

En efecto, Donald Trump tiene pensado llegar al extremo de competir nuevamente por la presidencia y ganarla para poder otorgarse a sí mismo el perdón presidencial en un círculo sin fin de corrupción y desvergüenza. Esta actitud no es rara en él. Toda su vida ha transcurrido entre acciones ilegales cubiertas y solucionadas con más acciones ilegales. El señor está seguro de que la ley es algo que no se aplica a su persona y no tiene reparo en violarla y manipularla a su antojo.

Su mundo se complicó cuando notó que la vida de un funcionario público es mucho más restringida que la de un magnate. No pudo cumplir del todo sus caprichos. Fracasó en su intento de construir el muro. Gobernó a base de decretos presidenciales que luego fueron uno a uno tumbados en las cortes. Cuando perdió la elección, hizo lo que siempre hace: tratar de imponer su capricho a toda costa. Sin embargo, jugó con fuego en Georgia y ahora realmente podría pisar la cárcel.

Un presidente puede otorgar el perdón a cualquier persona condenada por un crimen federal. Jamás nadie ha considerado siquiera que esto pudiera aplicarse a un presidente autoperdonándose. Es tan absurdo que no está contemplado y prohibido en la ley, por lo que es factible que Trump lo haga. Por eso está tan ávido de ganar nuevamente y está apostando el todo por el todo para salvar su pellejo.

En todas las causas que tiene abiertas la estrategia es la misma: retrasar el juicio lo más que se pueda para poder aparecer como un mártir ante sus votantes, movilizarlos, ganar y luego darse el perdón en el acto de corrupción más despreciable que pudiera pensarse. Sin embargo, tiene el caso estatal en Georgia. Si su equipo no logra cambiarlo de jurisdicción, podría estar en serios problemas.

Ante esto, toda la caballería se ha ido contra la fiscal. Ella, dicen, es una racista que odia a Trump y está prejuiciando al potencial jurado. Por eso es “necesario” mover el juicio al fuero federal. La realidad es otra. Trump está preparando su siguiente movida en su interminable juego de corrupción y desvergüenza.