Montserrat Salomón

Nuestro planeta muere

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La pasada cumbre del clima fue especialmente exasperante. La COP28 se llevó a cabo en uno de los principales países productores de petróleo, Emiratos Árabes, y el presidente fue nada menos que el CEO de una petrolera.

El absurdo fue en aumento cuando dicho presidente declaró que no había ninguna ciencia que apuntara que la eliminación del uso del petróleo, gas y carbón fuera a permitirnos alcanzar las metas del Acuerdo de París. Aunque posteriormente matizó sus palabras apuntando a que eventualmente habría que dejar el uso de estos combustibles, estaba claro que la cumbre tenía al enemigo en casa.

Este tipo de cumbres se han caracterizado por estar llenas de buenas intenciones que, posteriormente, no se materializan en acciones políticas decididas. Esta última cumbre fue un descaro y una muestra de que las grandes corporaciones y los países productores no piensan recortar sus ganancias y su influencia internacional para apostar por un futuro más justo y más humano para toda la humanidad.

La idea de que éste es un problema global, que nos atañe a todos y que, por ende, requiere soluciones que nos comprometan a todos, no ha calado hondo. Las acciones que salvarán nuestro futuro no pueden dejarse para después, es hoy el momento de actuar. Sin embargo, no parece que los principales actores estén dispuestos a dejar los pretextos y a tomar medidas serias para frenar el cambio climático.

Y la culpa es de todos. Nuestra cultura consumista se niega a abandonar comodidades vanas aun ante

las muestras innegables de que el planeta ya no da más. Los problemas reales que enfrentamos, como las sequías y la violencia y creciente impredictibilidad de los desastres naturales, deberían quitarnos el sueño. No hay agua. Hay millones de desplazados por el hambre y el clima. La vida misma en su diversidad está extinguiéndose y, de seguir así, nosotros lo haremos con ella.

¿Es difícil de entender que somos parte de la naturaleza? No podemos simplemente ver con un dejo de nostalgia cómo una especie más desaparece de la faz de la Tierra. Nosotros somos parte de ese equilibrio que hemos roto y que puede condenar a la generación futura no sólo a vivir una vida mucho más limitada que la nuestra, sino a enfrentarse a guerras por la disputa de los limitados bienes naturales. No es ciencia ficción, es la realidad que nos hemos negado a ver.

Las guerras actuales, las elecciones aquí y allá, los problemas de política doméstica, todos estos asuntos emergentes nos han quitado el foco en el único problema que nos pone en peligro como humanidad. Tenemos que retomar el rumbo de los Acuerdos de París y no permitir que estas cumbres sean secuestradas por los intereses económicos de los grupos que lucran hoy para un futuro inexistente.