Montserrat Salomón

Perú se parte en dos

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
Montserrat Salomón
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Este fin de semana Perú celebró elecciones presidenciales bajo un clima de extrema tensión. Los candidatos encarnan la enorme división social que atraviesa el país y que crispa los nervios políticos hasta lo más profundo de las instituciones democráticas. Por un lado, Pedro Castillo, un maestro rural identificado con la izquierda radical. Por el otro, Keiko Fujimori, representando al conservadurismo y a las élites sociales y empresariales. Las zonas urbanas contra las rurales y selváticas; los pobres contra los ricos; los conservadores contra los comunistas. Discursos gastados, tal vez de otra época, pero son los que desgarran hoy al pueblo peruano.

La gran ventaja que tenía Castillo en los sondeos desapareció al adentrarse en la campaña de cara a la segunda vuelta contra Fujimori. Al cerrarse la contienda a estos dos contendientes, el gran enemigo de Keiko —el antifujimorismo— se diseminó a la hora de contemplar la posibilidad de un cambio de sistema con la entrada de la izquierda radical. Los grandes enemigos del pasado se montaron en su campaña y la hicieron remontar rápidamente en las encuestas hasta llegar a un empate técnico, mismo que se ha confirmado en las urnas.

Estas elecciones son un espejo de lo que sucede en muchos lugares de Latinoamérica. Una sociedad dividida y herida por los malos manejos, la corrupción y la descarada riqueza que mira con indolencia a las clases necesitadas. Candidatos que no representan al pueblo miran desde las zonas urbanas a un país moderno y con ganas de crecer, mientras que los líderes populares miran desde la marginación y el hambre la cada vez más profunda brecha social. Éste es un caldo de cultivo para el populismo.

Así, las dos mitades irreconciliables del Perú se han manifestado en las urnas y nos han arrojado un resultado de alarido. Voto a voto la distancia entre los candidatos se cierra vaticinando reclamos y descontento, además de una muy difícil gestión para el ganador.

Keiko ha apelado a la reconciliación. Así intentó evitar el lastre que acompaña a su apellido. Pidió perdón por los errores pasados y ahora pide calma a sus seguidores y detractores. Castillo, por su parte, ya ha exigido un recuento de boletas electorales. El fin de la confrontación está aún lejos.

Fujimori y Castillo representan dos formas de ver a Perú y dos sistemas que se han confrontado. Fujimori representa a las viejas instituciones, las cúpulas políticas y empresariales, el sistema económico que apuesta por el crecimiento y el derrame en cascada. Castillo representa el reclamo del campo y de las clases populares que no creen en el modelo económico y que buscan una reivindicación social. El gran peligro está en que el ganador no entienda la urgencia de la reconciliación.