Pedro Sánchez Rodríguez

Impactos del affaire Alito

CARTAS POLÍTICAS 

Pedro Sánchez Rodríguez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Pedro Sánchez Rodríguez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En política no hay casualidades. Después de semanas de ser el protagonista estelar del Martes del Jaguar, Alito Moreno se despidió de la programación especial del show de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores. Le supimos muchas cosas: su gusto por los autos, su vocabulario florido, pagos en efectivo, investigaciones penales, brothers y sisters. Justo cuando el show se ponía interesante, cuando iniciaba el proceso de desafuero en el Congreso, cuando la fiscalía estatal llegaba a conjeturas, el segmento se suspendió. Hasta el show de Layda fue un show.

En el mismo día que la gobernadora de Campeche suspendió la cápsula dedicada a Alito Moreno, presidente del PRI, éste anunció que siempre estará del lado del pueblo de México y acompañará reforzar la seguridad pública, con militares si es posible. Todo es un show dentro de otro show, cada vez menos gracioso. Ni la investigación en su contra era judicial, era política. Ni el show de la gobernadora era transparencia, era presión. Ni el mensaje dado a medios del PRI, en el contexto de la reforma a la Guardia Nacional, era por el bien de México, era sumisión.

Reza el nuevo proverbio centennial “Hazle caso a tu amiga, ella tiene razón, voy a romperte el corazón”. Y esto ya lo veíamos venir. Ni el mismo PRI confiaba en su liderazgo. Personalidades fuertes como Miguel Osorio Chong ya denunciaban que Alito no era una persona de confiar, que había debilitado al partido, que no escuchaba a sus militantes.

Eso nos lleva a que los partidos políticos están conformados por personas con intereses. En el caso de Alito, la amenaza de terminar en la cárcel llevó al capitán a abandonar la nave.

El acompañamiento que decidió hacer Alito al propósito oficialista sobre la Guardia Nacional, trastocó un acuerdo parlamentario con sus aliados del PAN y el PRD. Esta coalición que ha tomado años construir y que ha tenido victorias como la de la Reforma Energética, está a dos minutos de derrumbarse.

Estamos ante una nueva configuración de los poderes. Si antes estábamos acostumbrados, para medir la probabilidad de éxito de iniciativas parlamentarias, a sumar en las cámaras a Morena, PVEM, PT y PES como coalición de AMLO, y al PRI, el PAN, PRD y MC como su oposición, ahora ese viraje por parte del PRI elimina de tajo cierta estabilidad aritmética con la que estábamos aprendiendo a convivir.

Y esto no termina aquí. Si bien es la reforma a la Guardia Nacional la que ha generado división en la oposición y el PRI, en el Senado se opuso a su aprobación, vienen nuevas etapas en la política nacional que abren escenarios complejos. Está en puerta la Reforma Electoral, que si bien la probabilidad de ser aprobada se antoja que sea baja, la sumisión de Alito y su PRI al gobierno, incrementa el riesgo de que se altere la imparcialidad con la cual se han venido desarrollando las elecciones en nuestro país.

También es preocupante este cambio de postura por parte del PRI, porque el próximo año hay elecciones en el Estado de México y en Coahuila, bastiones del PRI en donde la intención era que PRI, PAN y PRD fueran de la mano para competir. Si bien no es un hecho, la confianza mermada por la decisión de Alito, pone en entredicho la cohesión de la triada partidista y pone cuesta arriba competir de manera frontal con Morena en ambos estados. Si el PRI pierde ambos estados se quedaría únicamente con Durango y Morena ampliaría su presencia regional de cara a las elecciones de 2024.

Por último, lo que todos nos preguntamos es el futuro de la coalición de cara a las elecciones de 2024. Si bien todo parece indicar que el candidato de Morena será el que se lleve las presidenciales, este nuevo escenario no hace más que confirmarlo. Esto debería poner las alarmas en todo lo alto, porque mientras menos competitiva sea la oposición en las elecciones de 2024, más maniobra tiene el Presidente López Obrador para empujar a un candidato que sea más apreciado dentro de las filas de Morena, sin tener que preocuparse demasiado por el resto del electorado. Es decir, esta situación beneficia a los candidatos más obradoristas: Sheinbaum y Adán Augusto.