Rafael Rojas

AMLO y Cuba: tres hipótesis

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Tanto el gobierno de López Obrador como la Cancillería mexicana conocen el desastre de Cuba con el último agravamiento económico y el éxodo masivo. Miguel Díaz-Canel fue designado, no electo, presidente en un proceso más antidemocrático que el que existió en México durante el largo priismo. Ya en el poder, puso freno a la apertura y dio orden de reprimir a decenas de miles de manifestantes, que salieron a protestar pacíficamente en el verano de 2021.

Es cierto que con Donald Trump en la Casa Blanca se reforzaron las sanciones económicas, pero las dos políticas que caracterizan al mandatario cubano, la contrarreforma y la represión, no fueron respuestas a las medidas de Washington sino acciones ideológicamente tomadas por el sector más inmovilista de esa burocracia, que él encabeza.

Aun así, AMLO invitó a Díaz-Canel a hablar en el Zócalo de la Ciudad de México, en un desfile militar por el bicentenario de la independencia, dos meses después. Luego, viajó a la isla, donde le fue concedida la Orden José Martí y dio un largo discurso en el que, entre otras cosas, dijo que la Revolución Cubana debía renovarse. Por último, Díaz-Canel le devolvió la visita a México, específicamente a Campeche, donde AMLO le otorgó la Orden del Águila Azteca.

Es más que evidente el interés del gobierno mexicano por imprimir un carácter especial, cargadamente simbólico, a su relación con Cuba, más allá de las buenas formas diplomáticas entre ambos estados en los dos últimos sexenios. La pregunta es por qué lo hace y ninguna respuesta es satisfactoria por sí sola. Una repetida en estos días es que AMLO admira al régimen cubano, que habría sido muy importante en su formación política en los años 70 y 80.

Sin embargo, fuera del estilo discursivo del presidente, el sistema mexicano no se acerca al cubano: en México hay una economía desregulada de mercado, la integración a Estados Unidos se profundiza y, aunque Morena logre consolidar su hegemonía, no parece que el pluripartidismo vaya a ser cancelado. Tal vez, una variante perversa de esa hipótesis, que AMLO quiere un régimen antidemocrático en Cuba, pero no necesariamente en México, sería más plausible.

Otra hipótesis, con la que concuerdo más, es que, como en los tiempos de Luis Echeverría y José López Portillo, AMLO utiliza a Cuba para reservar un margen de autonomía frente a Estados Unidos, en medio del avance del T-MEC. Lo acaba de sostener el canciller Marcelo Ebrard cuando dijo que Estados Unidos y México “no tienen intereses idénticos”: uno de ellos sería Cuba.

La tercera hipótesis es que en bases de Morena y la 4T persiste un sector autoritario, admirador de los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, obnubilado, ése sí, en los mitos revolucionarios de la Guerra Fría. Esa base rechaza profundamente que el T-MEC sea la prioridad de la política exterior de este sexenio y que Maduro y Ortega no sean más queridos por AMLO. El paternalismo y la demagogia con Cuba son cortejos a esa base.