Rafael Rojas

Boric y la izquierda prometida

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Desde hace una década, en Chile tiene lugar una de las renovaciones más prometedoras de la izquierda democrática latinoamericana. Líderes como Beatriz Sánchez, Giorgio Jackson y Gabriel Boric, quien ahora encabeza la amplia coalición Apruebo Dignidad, que se enfrenta a la candidatura derechista de José Antonio Kast, han dado forma a una nueva orientación socialista, que resume las demandas juveniles, feministas, ecologistas e indigenistas del siglo XXI.

La consistencia ideológica de esa corriente podría ilustrarse con el respaldo masivo que ha dado el campo intelectual chileno al proyecto de Boric. Escritores y artistas de muy diversos perfiles como Raúl Zurita, Isabel Parra, Malucha Pinto, Denisse Malebrán, Alejandra Costamagna, Francisco Ortega, Alejandro Zambra o Patricio Fernández son algunos de los más de mil intelectuales que han dado su apoyo a Boric. Hace apenas cuatro años, muchas de esas personalidades respaldaron la candidatura de Beatriz Sánchez, pero ahora la transversalidad de la plataforma de izquierda, parece más abarcadora y, por tanto, más atractiva.

Conforme la coalición de Boric se dilata, incorporando a demócratas cristianos, comunistas, liberales, radicales y verdes, emergen las consabidas y pertinaces fricciones dentro de la izquierda. El extremismo de la propuesta de Kast facilita la alianza, al personificar una amenaza común. No faltan, sin embargo, los riesgos de división, muchas veces alentados por enclaves geopolíticos tradicionales de la izquierda regional.

Fuera del socialismo democrático, en el que se inscribe Boric, cualquier otra corriente habría sido incapaz de concitar un apoyo tan diverso. Y eso sucede a pesar de que la propia noción de “socialismo democrático” resulta incómoda a los citados enclaves geopolíticos, que provienen, fundamentalmente, de las redes autoritarias de una izquierda que, treinta años después de la desaparición de la URSS, no renuncia a los regímenes de partido único e ideología de Estado.

Como comentaba recientemente Juan Jesús Aznárez, en El País, esas facciones autoritarias también tienen presencia en Chile y no únicamente dentro de la militancia comunista. Aunque no sea mayoritaria, al interior de la gran alianza de Boric, o justo por no serlo, esas corrientes oscilan entre la negación tajante de cualquier tentación autoritaria y la instrumentalización del proyecto de Apruebo Dignidad, con fines geopolíticos más retardatarios.

La candidatura de Boric parece haber captado el riesgo y mantiene una clara distancia crítica con el bolivarianismo ortodoxo. Al tiempo en que cuestiona la falta de democracia en Venezuela, Nicaragua y Cuba, Boric propone una política exterior moderada y respetuosa con los conflictos limítrofes con Argentina y con la salida al mar de Bolivia. Lo cual describe muy bien qué tipo de interlocución privilegia, ante la promesa de una izquierda democrática en América Latina.