Rafael Rojas

Costa Rica: abstencionismo y fragmentación

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Costa Rica se presentaron 27 candidatos. Para un país de cinco millones de habitantes y poco más de tres en el padrón electoral, se trata de una dispersión enorme del sistema político. Tanto el abstencionismo como el bajo nivel de votos alcanzado por los candidatos punteros tienen que ver con esa atomización.

De acuerdo con los propios datos del Tribunal Supremo de Elecciones, en el pasado proceso electoral, de 2018, en que resultó victorioso el actual presidente, Carlos Alvarado Quesada, la abstención alcanzó el 34%. Esta vez, el abstencionismo sobrepasó el 40% del electorado, la cifra más alta en procesos electorales de ese país en el siglo XXI.

Los resultados de los candidatos delanteros demuestran también la acelerada fragmentación del voto. José María Figueres Olsen, uno de los políticos más conocidos de la nación centroamericana, que ya gobernó en los 90 y que es hijo del mítico presidente José Figueres Ferrer, fundador de la segunda república costarricense y del histórico Partido de Liberación Nacional, quedó por debajo del 28%.

De lejos siguieron a Figueres, Rodrigo Chaves, del Partido Progreso Social Democrático, con 16%, quien lo enfrentará en segunda vuelta, el predicador evangélico Fabricio Alvarado con 15% y la social cristiana Lineth Saborío con 13%. Si la base evangélica de estos dos últimos respalda a Chaves, Figueres podría tener problemas para mantener la ventaja y se reforzaría el desplazamiento a la derecha conservadora, que se observa en Costa Rica y otros países de Centroamérica en los últimos años.

Costa Rica es, junto con Chile, uno de los países que generalmente se esgrimen como modelos de desarrollo social y estabilidad democrática en la región. Sin embargo, al igual que en Chile, el mito costarricense ha resentido en los últimos años un deterioro de los indicadores sociales y un quiebre del sistema de partidos, que se reflejan en los más recientes resultados electorales.

Es evidente que para una tercera parte del electorado, la figura de Figueres se presenta como garantía de contención del avance conservador. Al fin y al cabo se trata de un político de larga experiencia de gobierno, quien no sólo ocupó la presidencia sino también diversas carteras ministeriales como las de agricultura, ganadería y comercio.

Sin embargo, la reconfiguración de la economía, la sociedad y el sistema político costarricenses pueden abrir la puerta al conservadurismo regional. Según un informe reciente del Banco Mundial, en 2020 el PIB del país se contrajo en más de 4%, uno de cada cinco trabajadores está desempleado y la tasa de pobreza crece al 13%.

Dado que las corrientes de la izquierda extremista son menos sólidas en ese país, que tradicionalmente ha jugado al equilibrio geopolítico regional, la caída de indicadores económicos y sociales podría traducirse en una vertebración del autoritarismo de derecha.