Rafael Rojas

El diagnóstico de Gaviria

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Raras veces se produce en la política latinoamericana un regreso como el que está protagonizando el expresidente César Gaviria en Colombia. No se trata de un regreso en la primera fila de la titularidad del poder sino en la segunda: en la sombra o en los entretelones de una justa presidencial que hará historia en el presente colombiano y latinoamericano.

Como líder del Partido Liberal, Gaviria ha tomado la decisión de respaldar al candidato de la derecha, Federico Gutiérrez, a pesar de que algunos dirigentes liberales como Juan Carlos Losada y Alejandro Carlos Chacón, han llamado a votar por la candidatura rival. Estos líderes se suman, una docena de liberales y a amplias bases juveniles de ese partido, que han dado su respaldo a la fórmula de Gustavo Petro y Francia Márquez.

La decisión de Gaviria es de la mayor relevancia, dada la fuerza legislativa del Partido Liberal, confirmada en las últimas elecciones parlamentarias. No es esta una decisión rígida, que llama a un cierre de filas contra la izquierda colombiana dentro del liberalismo, pero sí de un posicionamiento de gran persuasión entre los votantes de ese partido histórico.

Un documento revelado por el periódico El Tiempo, da cuenta del diagnóstico de Gaviria. A su juicio, Colombia enfrenta una crisis estructural profunda, signada por el aumento de la desigualdad, la pobreza, la violencia y la exclusión. La mayor “prelación” del nuevo gobierno debe ser el combate a la inequidad, por medio de una reforma fiscal que incrementará los costos sociales del nuevo gobierno.

La pugna entre Petro y Gutiérrez, según Gaviria, puede ser interpretada como un choque entre “populismo” y “autoritarismo”. Ninguna de las dos candidaturas, tampoco la de Gutiérrez, que se plantea en perfecta continuidad con los gobiernos conservadores, ofrece soluciones eficaces, según Gaviria. Pero como mal menor, la opción de Gutiérrez, si llega a comprometerse con el proceso de paz y a echar a andar la reforma fiscal que demandan los liberales, podría funcionar como alternativa saludable a la izquierda.

No carece de profundidad el proyecto de Gaviria, pero adolece de una caracterización superficial del populismo. A su juicio, el gobierno de Petro y Márquez transitará por una ruta semejante a la del chavismo y el madurismo en Venezuela. Ese precedente, magnificado, lo lleva a solicitar un voto útil a favor de Gutiérrez, condicionando el apoyo de los liberales a un abandono del “autoritarismo” que, a su juicio, ha distinguido a los gobiernos de Álvaro Uribe e Iván Duque y, en menor medida, de Juan Manuel Santos.

La naturaleza contradictoria del diagnóstico de Gaviria se plasma en su llamado al voto de mujeres, afrodescendientes, jóvenes y comunidades indígenas, sujetos todos que han sido privilegiados en el programa de Petro y Márquez. Es difícil no ver en el gesto del liberalismo colombiano, una explotación del argumento del miedo a la llegada de la izquierda al poder en Colombia.