Rafael Rojas

El entendimiento bicentenario

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rafael Rojas 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En contra de todo pronóstico, el ciclo conmemorativo en México sigue dando de sí. Los gobiernos de Estados Unidos y México acaban de concluir un ambicioso protocolo en materias de seguridad, narcotráfico, migración y colaboración para el desarrollo. El acuerdo, resultado del diálogo de alto nivel entre ambos gobiernos, celebrado en Washington y la Ciudad de México, se suma al T-MEC para sellar la nueva fase de la integración e interdependencia de los dos países.

El canciller Marcelo Ebrard ha señalado que el nombre de “entendimiento bicentenario” alude tanto a los dos siglos de la consumación de la independencia, celebrados el pasado 27 de septiembre, en el que el presidente Joe Biden envió un mensaje a los mexicanos, como a los doscientos años de relaciones entre ambos países que se cumplirán en diciembre de 2022.

La fecha que se da como origen de la relación diplomática entre los dos estados es el 12 de diciembre de 1822, porque ese día el guanajuatense José Manuel Zozaya presentó credenciales como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del imperio de Iturbide ante el presidente James Monroe. Como ha estudiado la historiadora Ana Rosa Suárez, del Instituto Mora, la fecha es asumida oficialmente como día del reconocimiento de la independencia de México por Estados Unidos.

La acreditación de Zozaya tuvo lugar mientras Joel R. Poinsett, enviado como agente confidencial de Estados Unidos ante el imperio de Iturbide por el gobierno de Monroe, concluía su primera misión en México. Después de entrevistarse con el canciller del imperio, José Manuel Herrera, con el representante de la Gran Colombia, Miguel Santa María, y con el propio Iturbide, Poinsett recomendaría no apresurar el reconocimiento del imperio porque consideraba que ese régimen era frágil y pronto sería derrocado. No se equivocó: tras las revueltas de Veracruz y Casa Mata, Iturbide abdicó en marzo de 1823.

El gobierno de Monroe no retiró el plácet a Zozaya, pero demoró en enviar formalmente a su propio representante ante México. Éste no sería otro que el propio Poinsett, quien fue nombrado por John Quincy Adams, sucesor de Monroe, y el Secretario de Estado, Henry Clay, como ministro plenipotenciario en 1824. Poinsett presentó credenciales en el verano de 1825, cuando México era ya una república federal. No pudo evitar que el enviado de la Gran Bretaña, Henry George Ward, se le adelantara en el trato directo con el presidente Guadalupe Victoria y el canciller Lucas Alamán.

Es bueno recordar que el reconocimiento de la independencia de México por Estados Unidos, así como el de todas las repúblicas hispanoamericanas, se produjo en el contexto del diseño y la proclamación de la Doctrina Monroe en 1823. Aquella doctrina, tan tergiversada en la prensa latinoamericana y caribeña más ideológica, fue concebida por John Quincy Adams en permanente comunicación con el propio Bolívar y otros líderes republicanos de la región.