Rafael Rojas

La guerra santa de Putin

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Vladimir Putin, durante su discurso del martes pasado.*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Vladimir Putin, durante su discurso del martes pasado.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En su último discurso ante la Duma o Asamblea Federal Rusa, en Moscú, el pasado 21 de febrero, Vladimir Putin ha ofrecido una nueva justificación de su guerra contra Ucrania. Lo que comenzó siendo presentado como una “operación militar especial” para proteger a la población rusa del Dombás, muy pronto pasó a ser una escalada total contra Kiev, con el objetivo de “desnazificar” el gobierno legítimo de esa república.

Luego, por el camino, la guerra fue representada como una necesidad defensiva ante la expansión de la OTAN hacia Europa del Este. Aunque nunca llegó a plantearse la incorporación de Ucrania a ese bloque militar, sino a la Unión Europea, el gobierno ruso dio por hecho que la nación vecina entraría en un proceso de militarización.

Todo un derroche de machismo y nacionalismo, conservadurismo y dogmatismo fue el discurso de Putin en Moscú, a un año del inicio de su invasión a Ucrania. Y después hay que “comprender” que algunas autodenominadas “izquierdas” en América Latina se “solidaricen” con Moscú, “víctima de la agresión despiadada” de Estados Unidos y Europa

Y la militarización vino muy rápido, en efecto, pero como consecuencia inevitable de la guerra. Y la integración de Ucrania a la Unión Europea, lógicamente, se aceleró. Mientras Putin y otros funcionarios rusos negaban la existencia histórica de Ucrania como nación, la alianza de Kiev con Occidente intensificó el nacionalismo antirruso y la corriente proeuropea dentro de la sociedad ucraniana.

A un año de la guerra, ya Putin justifica su incursión como una cruzada contra Occidente. Palabras como “degradación”, “decadencia” y “degeneración” reaparecen, en el discurso oficial ruso, asociadas a Occidente. Es como una vuelta a las tesis de La decadencia de Occidente (1922) de Oswald Spengler, admirador de Mussolini, aunque crítico de Hitler.

Pero Putin no llega a esas ideas a través de Spengler sino de un discípulo suyo, el hegeliano ruso Iván Ilyín, quien produjo una variante de fascismo rusófilo y paneslavista, contrapuesto al ocaso del Occidente secular y racionalista. La voltereta del discurso oficial ruso es fascinante porque identifica a Occidente, ya no con la democracia, sino con el nazismo, y llama a una regeneración en nombre de los valores sagrados de la Madre Rusia.

A un año de la guerra, ya Putin justifica su incursión como una cruzada contra Occidente. Palabras como “degradación”, “decadencia” y “degeneración” reaparecen, en el discurso oficial ruso, asociadas a Occidente. Es como una vuelta a las tesis de La decadencia de Occidente (1922) de Oswald Spengler, admirador de Mussolini, aunque crítico de Hitler

En su más reciente libro, Historia religiosa de Rusia y sus imperios (Siglo XXI, 2022), Jean Meyer recuerda que en la tradición política de ese país ha sido una constante la alianza entre la cabeza del Estado autoritario y la cabeza de la Iglesia ortodoxa. De Iván el Terrible a Koba el Temible, los autócratas rusos se apoyaron en la Iglesia para a enfrentar a Occidente en nombre de los valores y tradiciones de la civilización eslava.

Puede sorprender todavía, a algunos, que Stalin se aliara con la Iglesia Ortodoxa para enfrentar a la Alemania hitleriana durante la Segunda Guerra Mundial, que en Rusia sería llamada “Gran Guerra Patria”. Gracias a la reconciliación de Stalin con el patriarca Sergio, que sucedió a Tíjon, tan hostilizado por Lenin y Trotsky, se excarcelaron cientos de clérigos y fueron reabiertos templos, seminarios y academias.

Sergio respondió a la “rectificación” de Stalin con un llamado a que los jóvenes rusos defendieran a la patria de la amenaza nazi. Ahora Cirilo, el multimillonario patriarca de Moscú, hace lo mismo, provocando, además del reforzamiento del nacionalismo ucraniano y de su alianza con Estados Unidos y Europa, la fractura de la Iglesia ortodoxa de Kiev.

En su discurso ante la Duma, Putin echó mano de todos esos tópicos antioccidentales y analogías históricas. Hubo un momento, incluso, en que asoció la decadencia de Occidente con el avance del matrimonio igualitario, el reconocimiento de los derechos de las comunidades LGTBIQ y la pedofilia. Sí, la pedofilia que, a su juicio, sería consecuencia del respeto a esas comunidades marginadas y reprimidas durante siglos.

Todo un derroche de machismo y nacionalismo, conservadurismo y dogmatismo fue el discurso de Putin en Moscú, a un año del inicio de su invasión a Ucrania. Y después hay que “comprender” que algunas autodenominadas “izquierdas” en América Latina se “solidaricen” con Moscú, “víctima de la agresión despiadada” de Estados Unidos y Europa.