Rafael Rojas

¿Es el liberalismo un anticomunismo?

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

El economista Daniel Cosío Villegas en una foto de archivo
El economista Daniel Cosío Villegas en una foto de archivoFoto: Especial
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Quien haga un breve recorrido por algunas secciones de opinión de los principales periódicos o por las revistas impresas y electrónicas de México, difícilmente encontrará un sentido único para el término “liberalismo”. El presidente se autodefine como liberal, pero gran parte del bloque ideológico que respalda su proyecto y su partido, piensa que liberalismo es lo mismo que neoliberalismo y que ambos no son otra cosa que la ideología del capitalismo.

En sectores de la opinión más especializada, en cambio, hay una insistencia en distinguir entre liberalismo y neoliberalismo, de parte de quienes se sienten seguidores de una y otra corriente. Los liberales a la manera de Isaiah Berlin o John Rawls, por lo general, no son los mismos que los neoliberales de la línea de Karl Popper o Friedrich Hayek. Detrás de esos deslindes actúa, aunque no siempre con la debida claridad, la divergente actitud de unos y otros frente al comunismo.

Quienes piensan que el liberalismo es la ideología del capitalismo y cargan con viejos estereotipos de la Guerra Fría cometen el error de sostener que todo pensamiento liberal es, por naturaleza, anticomunista. Obvian el dato de que el liberalismo, digamos, desde Tocqueville y Stuart Mill, se formó como teoría mucho antes de la expansión de los estados comunistas a mediados del siglo XX.

La historia registra que antes de —y durante— la Guerra Fría hubo muchos liberales que, sin ser comunistas, tampoco fueron anticomunistas. En países como Gran Bretaña, Francia, Alemania o Italia, ese tipo de liberalismo fue muy común, entre otras cosas, porque los partidos de izquierda, fueran socialistas o socialdemócratas, demandaban respeto a la existencia de la URSS y a la representación política de los propios comunistas europeos.

Liberales no anticomunistas fueron, en Gran Bretaña, los tantos pensadores que, como John Maynard Keynes y Harold Laski, dieron vital importancia a los derechos sociales. En Francia, dos autores muy diversos entre sí, Albert Camus y Raymond Aron, hicieron críticas severas al totalitarismo y el comunismo, pero nunca apoyaron la ilegalización del Partido Comunista ni dejaron de reconocer el enorme valor de la obra de Marx. En Alemania, podrían mencionarse los casos de dos discípulos de Heidegger, Hannah Arendt y Ernst Nolte, sin necesidad de recurrir a la brillante tradición socialdemócrata de ese país.

En Estados Unidos es más difícil localizar una corriente de liberalismo no anticomunista, pero también es posible. Ahí están los casos de John Dewey, quien acabó presidiendo la comisión que exoneró a León Trotski de los cargos de Stalin en los procesos de Moscú, o de Edmund Wilson, el gran ensayista de Nueva York, que admiró, a la vez, a Lenin y a Nabokov, y que en los años 50 y 60 se opuso tenazmente al macarthysmo, a la limitación de derechos civiles y a la carrera armamentista de Estados Unidos, so pretexto de la lucha contra el comunismo internacional.

La vida intelectual y política latinoamericana del siglo XX estuvo llena de liberales que no fueron anticomunistas. En México, intelectuales como Daniel Cosío Villegas o Jesús Silva Herzog fueron liberales sociales que, en diversos momentos, cuestionaron las economías planificadas y la ausencia de democracia en la URSS y los socialismos reales de Europa del Este, pero que, justamente, por ser conscientes del peso de la hegemonía de Estados Unidos, nunca alentaron el anticomunismo. En Cuba, esa fue la posición histórica de grandes pensadores como Fernando Ortiz y Jorge Mañach.

El equívoco del liberalismo como anticomunismo proviene de otros dos. Del lado liberal, de quienes confunden el liberalismo con el imperialismo o la visión acrítica de la hegemonía de Estados Unidos. Del lado socialista o comunista, de quienes piensan que la crítica al totalitarismo equivale a demandar la persecución o el exterminio de esas izquierdas.